Como
en aquel Sanedrín del siglo primero en el que pese a la sombra del emperador
romano, no dudaron en forzar los acontecimientos para asesinar a Jesús de
Nazaret, así en la Venezuela de los años que vivimos, los que ahora detentan el
poder como herederos ilegítimos a la sombra de otros aún más poderosos ocultos
tras bastidores, terminan de conjugar lo que ya no requiere de rostro ni de nombre
en lo particular para materializarse: el
atentado contra la sociedad venezolana a través de una dictadura formal de
nuevo cuño, fruto en esencia de la acumulación de todo el poder a los pies de
un solo hombre, siempre con la bendición de las mayorías venezolanas que lo
levantaron en vida, a las cumbres del paroxismo.
Hoy,
cuando nos movemos nerviosamente y sin certeza del resultado que podamos
esperar ante este inédito escenario, distando quizás a apenas unos metros de la
hilera de vehículos blindados de una Guardia Nacional (GNB) desdibujada en su
meta institucional, que aguarda ansiosa frente a la duda de si darnos paso o
masacrarnos, contemplamos también como la actual puja de poderes en el cenáculo
del gobierno, siempre con sus respectivos operadores internacionales, huyen
hacia adelante arrasando con todo lo ético que pudiera quedar en pie, bajo
aquel concepto bolivariano que acordamos defender y cultivar con la
constitución de 1999, enfrentándose en el interín incluso a aquellos que progresivamente
han ido quedando al margen de los principales hilos de poder y que ven quizás en
el apego tardío a la ley, una plataforma sobre la cual construir un nuevo piso
político de cara a los futuros enrosques que vendrán tras la caída en desgracia
de Nicolás Maduro.
Es
por eso que podemos presenciar la actuación sin decoro alguno, de un TSJ desbordado
por la arrogancia de quienes se saben intocables en el actual régimen, a pesar
de todo el aparataje legal que hemos construido quizás cándidamente para
evitarlo, y que se muestra inocuo
frente al descaro con el que se emite una sentencia demoledora a favor del
arrebato perpetrado por quienes gobiernan ya sin base legitima.
Esa
sentencia Nro. 378 que tanto nos escandaliza ahora, en donde el “máximo” tribunal
del país decidió que no hacía falta convocar un referendo consultivo para que
los venezolanos decidieran si querían que se redáctese o no una nueva
Constitución, tan solo viene a representar, -aún en contra del deseo de muchos-, el epitome de todo aquello que se había advertido que sucedería, y que
se levanta ahora como triste epitafio que podríamos escribir
sobre la lapida que yace allí donde dejamos que muriera la democracia
venezolana.
Ahora
las circunstancias obligan a que las mayorías tomen una nueva y amarga dosis de realidad: Se tiene que admitir
que es necesario comprender que a lo muerto (la democracia que vivió hasta ahora), no se le puede pretender
revivir (es decir, “reinstitucionalizar”
bajo el mismo esquema que permitió su fallecimiento), porque su muerte ha sido precisamente
consecuencia directa del maltrato y abandono que sufrió a manos de toda una
sociedad que se convirtió en su enfermedad
terminal, reacia a conciliarse y reconocer sus propias miserias y
limitaciones, -en vez de sus bondades y
potencialidades-, con lo cual se ha caído en esta conveniente, -para algunos que siempre saben “pescar en
rio revuelto”-, crisis existencial de las masas, donde quien no
comparta el punto de vista pretendido imponer por los unos, cae presa del
arraso y la descalificación de los otros y viceversa.
A
consecuencia de esto, ahora por delante de nosotros solo queda temporalmente el
vacío abismal de un precipicio que no puede ser rellenado con nada; ni con los
cuerpos fríos de nuestra gente que trágicamente muere en medio de la refriega
política que nos agobia, ni mucho menos con los cuerpos muy vivos de los
políticos que apenas heridos o encarcelados como mucho, pretenden en nuestro
nombre, asumir al poder, cuando por acción u omisión, han sido corresponsables
de esta debacle moral y ética, cargada como becerro
de oro, por una sociedad permisiva en exceso.
Es
por estas cosas tan duras que lo que ha de surgir de las cenizas de esto que
hoy implota y arde como final de una
etapa social, no podemos aceptar que venga a nosotros como un zombi del pasado, ni mucho menos como una
abominación en forma de dictadura.
La DEMOCRACIA que
necesariamente debe nacer,
tendrá que tener como condición irresistible, el no poder ser tocada por
acciones inmorales sin que la fuerza de la justicia quedara sin actuar, pues en
el caso de ocurrir semejante afrenta, ella se levantaría como la indeseada prueba
de que ninguna cosa nueva en realidad ha nacido de aquellas muertes ocurridas,
y que de facto, seguiríamos más bien montando a un cadáver insepulto, violado y
abusado en todas las formas imaginables, como lo ha sido el propio cuerpo de
Chávez a manos de quienes el mismo alimentó y consintió.
En
estos tiempos en los que pareciera no quedar piedra sobre piedra, -cual cita bíblica que evoca el apocalipsis-,
sin duda estamos ante el crudo episodio donde simultáneamente los afiliados al
gobierno asisten como convidados de piedra a la demolición de la herencia
política del otrora comandante a manos de sus propios mentores, pupilos y
herederos, mientras que los más extremos al otro lado de la calle política,
parecieran entretenerse con visiones de censuras internacionales e intervenciones
extranjeras, descubriendo en su conjunto con todo ello a una masa humana que expele ese tufo a inmoralidad que aún nos impregna como sociedad sujeta
voluntariamente al mando de unas minorías, no haciéndonos por momentos ni
siquiera merecedores del derecho a sacrificarnos para obtener la ansiada
libertad, porque su obtención no puede ser recibida ni percibida como regalo, siguiendo
la sabiduría de aquel viejo proverbio: “lo
que no nos cuesta, no nos duele”,
¿Acaso aquella libertad
que es “obsequiada” no podría ser derrocharla casi inmediatamente como quien
gana el premio mayor de una lotería?
No
podemos darnos el lujo de permitir nuevamente el acceso al poder del gobierno nacional, a gente que se evidencie fuertemente alineada con operadores
extranjeros: Necesitamos tener como eje fundamental de soberanía autentica, a nuestra
propia referencia moral y ética.
NOTA:
Eviten olvidar esto: Muchos recursos mal habidos se encuentran en bancos de
USA, Europa y el Caribe, esperando volver para diluir éticas y permitir tratos
inmorales que como pérfido telar, crearían nuevas tramas entretejidas con corrupción
y tráfico de influencias, en manos de quienes ya tienen experiencia en el
manejo doloso de lo público.
No
podemos dejarnos engañar por los aparentemente abnegados movimientos que muchisímos "políticos y políticas" en el país hacen entre manifestación y manifestación; sus
lazos y simpatías con intereses foráneos cercanos a América, Europa o Asia, así
como internos que orbitan alrededor de los clásicos centros de poder económico,
no harán otra cosa más que debilitarnos y postergar lo que debe ser inevitable:
El ascenso al poder de lo justo y de los
justos.
Paradójicamente,
en medio de tanta zozobra, conservar la esperanza y el buen ánimo cimentado en
los valores humanos más nobles, lo es todo en la jugada que nos toca hacer con
el destino a favor, para llevar a nuestra sociedad como república, de la falta
de cordura y de tolerancia mas allá de sectarios intereses, a la armonía de
quienes se saben juntos en la empresa de no tener a nadie por encima de la
constitución originaria y sus leyes.
No
hay otra manera permanente de librarnos de quienes nos gobiernan injustamente y
subyugan sin pudor, en un ciclo que se antoja interminable entre personeros de
la cuarta y de la quinta república.
Afortunadamente
hay muchas cosas buenas y maravillosas por hacer; cuanto más caen caretas y se
hacen obvias las intenciones de quienes se alejan de lo constitucional, más
cerca estamos de un cambio que podemos asumir como nuestro momento estelar, -como nuestra oportunidad de oro, para
empujar juntos como un todo, a un país completo hacia un estadio superior y
más cercano por cierto, al mundo que deseamos heredarles a nuestros hijos.
Insisto:
Solo no dejemos estafarnos por los que siendo políticos hoy, son
corresponsables del estado actual de las cosas. Vayamos más allá de este
incómodo paradigma que nos inmoviliza, al pensar ciegamente que ellos (padres e hijos de la cuarta y quinta),
siguen siendo la única solución.
Si
podemos. Está en nosotros ser grandes y humildes al mismo tiempo.
Solo
comuniquémonos; solo no dejemos apagar ninguna vela encendida por quienes han
muerto injustamente; solo no nos detengamos ante cada acción que nos permita
explotar al máximo cada canal de expresión donde agitar la bandera moral y ética de la
resistencia contra lo injusto.
La
violencia es el arma de los que no tienen la razón, pero también es la vía de
escape cuando se cierran todas las puertas de la negociación; evitemos
cerrarnos a nosotros mismos todos los accesos a la sensatez, pues en esos
espacios oscuros y desesperados, es en donde extrañamente cohabitan mejor los
que hoy en día más alzan la voz a favor del choque y la intolerancia.
Aférrense a sus creencias, y sientan dentro de
cada uno de ustedes, el ardor de quien está seguro de que hombro con hombro, se
pueden mover montañas y cambiar destinos.
Dios nos bendice a cada instante, casi siempre más allá de nuestro humano entendimiento.
Podemos llegar a ser el centro de referencia ética de lo justo para este mundo; solo tenemos que creerlo y trabajar por ello.