Aunque lo que nos queda
por delante es construir juntos los pilares de un nuevo paradigma republicano
para nuestro país, -y para ello la unión, el acuerdo y el consenso serán
necesarios-, debemos reconocer que hoy por hoy lo que necesitamos es llegar
hasta las bases mismas del derruido edificio republicano que va
quedando en Venezuela, para de esa manera lograr, -solo a punta de justicia-, demoler
lo que vaya quedando como refugio para la impunidad y los antivalores,
evitando con ello el riesgo de que la pretensión de pocos, -divorciada siempre
de las mayorías-, lograsen construir a sus inmorales conveniencias.
Les
digo esto porque al ver la marcha del 1-S, y contemplar la reacción de
obstinada negación ante la realidad por parte del oficialismo desde las mismas
horas de la tarde de ese primero de Septiembre (y reforzada esta negación en los días sucesivos con más vehemencia),
solo pude reflexionar y recordar en silencio algunas cosas que había escrito
con anterioridad, cuando lo inevitable del cierre del ciclo político-social que
vivimos en Venezuela se hacía evidente ya desde hace unos años. Y es que resulta
imposible decir mucho más a lo que hemos conversado en el blog, ante la
cantidad de epítetos que el gobierno, -ya sumido en un paroxismo-, lanza a
diestra y siniestra, sin mayor coordinación que la generada al calor de la más
elemental falta ética concebible, (porque de eso se trata, de falta de ética),
consecuencia directa de años de influencias extranjeras y acéfala dirigencia.
En
lo que se antoja como un odioso giro del destino, lo que parecía un proceso de
cambio real, luego de años de “puntofijismo”, tras 17 años solo se ha
convertido en la prueba más cruda y reciente de las consecuencias que hay que
asumir como sociedad, cuando dejamos que un solo hombre transformado en jerarca y "dios" presidencial de Venezuela, secuestre la autoría de cada buen cambio propuesto
en el pasado, enredándolos con una personalísima y subjetiva visión del
mundo, para terminar mezclando imprudentemente los más rancios vicios sociales de
los que como venezolanos éramos capaces, creando así un caldo de cultivo ahora
capaz de dar vida a lo inconcebible años atrás.
Es
de esa manera como la vulgaridad se ha hecho parte integral y cotidiana del gobierno,
recordándonos el por qué los hombres están cayendo con aparente facilidad de
sus pilares morales y dan paso a la corrupción, o al cinismo nacido de la
impunidad de aquellos que ejercen su abuso sistemático, ahora devenido en la
acción de despotricar y maldecir a quienes disienten de sus acciones, opacando con
ello incluso a los mayores desaciertos del oposicionismo más exasperante que
aún hoy trata de sobrevivir y hasta de prosperar entre las mayorías que lo quieren es
un cambio rotundo.
Ver
en estos días a Nicolás Maduro insultando en vivo y directo por TV desde
Caracas, o corriendo tras los que le caceroleaban en Margarita, es tan
perturbador moralmente como lo es leer lo que el fanatismo político oficialista
puede llegar a escribir y titular como “la
maldita MUD” (en aporrea.org; así tal cual podía encontrarse en su página), que al
saber todos nosotros de la existencia “simultanea” del igualmente agrio fanatismo
opositor que mencionábamos, van dejando en realidad poco espacio para suponer
que algún día y bajo estas circunstancias, pueda haber un hipotético dialogo sin
condiciones más allá de las genuinamente constitucionales.
Y
esto es porque quizás los bandos presentes de hoy, no son los llamados a
protagonizar los necesarios cambios para ver el siguiente ciclo político-social
del país.
Hace
un par de meses escribía:
“Hoy no puedo, -como no he podido en todos estos
días-, escribir algo más en referencia a cualquiera de los
inútiles/inmorales/negligentes/culpables
funcionarios que en esta debacle nacional permanecen encumbrados en los
distintos niveles de Gobierno y en las distintas instituciones del Estado. Sería
como decir más de lo mismo.
Hablar de los militares que solo se han convertido
en garantes del statu quo de este “Gobierno/Estado”
apelmazado en una sola masa de futilidad, sería un poco más del mismo e inútil
intento de explicar la parálisis existencial del país.
¿Y si hablamos de la oposición?: pues también
constituiría similar pérdida de tiempo, al saberlos hasta el presente, incapaces
de construir algo que pudiera ir más allá de ellos mismos (lo que implicaría
incorporar aquella visión “revolucionaria” que pretende recuperar espacios de
justicia para la sociedad).
NOTA: Estemos
claros: Si la gente MUD verdaderamente estuviera poniendo los valores por
delante de sus propias ambiciones políticas en pro del país, ya la “Mesa de la Unidad”
sería el único partido de oposición, y no una amalgama tipo chiripero
(como lo es el “Polo Patriótico”).
Por cierto: hablar del PSUV actual es como recordar
aquella célebre gallina que estando en algún paraje agrícola de EEUU en el
siglo pasado, resultó que una vez mal arrancada su cabeza en el acto de ser
sacrificada para servir de alimento, siguió viva, terminando su existencia comiendo
y defecando como una sonámbula ya sin capacidad de percibir casi nada de la
realidad que le rodeaba”
“Definitivamente el país dejó de ser eso que concebíamos
en nuestro imaginario colectivo como nación, desdibujándose incluso con
respecto a los bocetos que soñadores y hasta socialistas tenían del futuro; Venezuela
ya solo es una especie de “sobreviviente de un holocausto moral”, que pese a
todo, aun tiene a los locos que le quieren atormentar con visiones políticas
personalísimas, allí encaramados en sus hombros, gobernando.
No hay decisión o acción moral
o ética que se levante hoy a iluminar cualquier camino constitucional; el
presente aún representa
a la “nada”, y en medio de ella, un presidente destructor, víctima de la ignorancia
política y desnudo en medio de un patio desierto, jugando con sus propias heces.”
Inevitable
es entonces que ante este panorama y estos acontecimientos, sin querer se siga el
“fácil” y cuesta abajo sendero de la debacle nacional, como viacrucis no
pretendido pero necesario para por fin descubrir lo que realmente debe hacerse:
Gobernar
mancomunadamente (mayorías y minorías, juntas, escuchándose las unas a las
otras), sin pretender encumbrar a ninguna corriente de pensamiento personal, (ni
siquiera a Bolívar, más allá de lo constitucionalmente sugerido), por cuanto partiendo del consenso se habría elegido
el crear una línea estratégica venezolanista, de justicia social, participativa
y representativa al mismo tiempo, capaz de asumir el necesario sacrificio de
todos ante los errores cometidos y cuyos responsables ahora son debidamente
enjuiciados y sentenciados, sin dejar a un lado la protección justa y
equilibrada a los más necesitados, que también habrían de honrar la deuda
social con trabajo comunitario (pues administrar los recursos no
implica necesariamente regalar los recursos), haciendo en su conjunto de la justicia imparable, -enemiga acérrima de
la impunidad-, el piso necesario para reconstruir toda la credibilidad sobre la
idea de la Republica venezolana posible de construir.
Pero
el tiempo de esto aún no ha llegado, por la falta de decisión y claridad en las
masas.
Aún
tenemos por delante días donde nos contemplaremos como “sociedad prostituida involuntariamente
al mejor postor que gobierna o que hace oposición, sin alternativa más allá de
esa terrible dualidad enfermiza”.
“Porque nos guste admitirlo o
no (mas lo segundo que lo primero), en eso nos hemos convertido socialmente pese
a los abusos de los que hemos sido víctimas: Pueblo siempre sin
nombre y con dos caras (dependiendo del bando político involucrado), usado por
los altos políticos y funcionarios como vulgar y barata muñeca sexual inflable y
desechable para satisfacer sus bajas pasiones del momento, sin que mayores
consecuencias sufran quienes delinquen con caradurismo en nombre de todos
nosotros. Así resultamos ser una sociedad devaluada como la moneda que se usa
(el Bolívar), en medio de un mar negro-azulado formado por ese excremento del
diablo (el petróleo), que se insiste en explotar y usar para corromper naciones
y corroer corazones.”
Ardemos
en ganas por dibujar nuestro futuro, pero mientras insistamos en usar el mismo lienzo
mojado con los fluidos descompuestos de los errores pasados, jamás atinaremos a
tomar nuevo lápiz con punta afilada para hacer los fuertes trazos necesarios.
Permítanme
decirles que esto ocurre porque estamos en esa encrucijada donde sabemos que hay que hacer algo, pero no sabemos
cómo hacerlo, y por ello insistimos a veces con torpeza en usar lo que ya
de por si antes no daba resultados, a falta de algo elemental: Sensatez,
consenso y honestidad para aplicar la ética de la constitución y sus leyes.
Nicolás
Maduro saldrá del poder, y eventualmente
los cogollos políticos del PSUV también
(es decir, no de forma simultánea posiblemente),
pero habrá que esperar los tiempos necesarios, porque como decíamos, toda estructura
republicana alternativa para auxiliarnos ante esta coyuntura existencial de la
Nación, la dejamos secuestrar o asesinar por quienes (con nuestra anuencia y comodidad político-participativa), fusionaron
el Gobierno con el Estado, estando este último
ahora huérfano de instituciones fuertes e independientes que le regulen y
autocorrijan de las desviaciones ocurridas, cargado así a esa “mutación
gubernamental” con la peligrosa
tendencia de despreciar, censurar y
perseguir a toda disidencia –por sensata que sea-, que entonces hoy vemos
que carece de espacio político vigente, al encontrarnos con que el
cuartorepublicanismo existente se ha endosado por completo el derecho a ser
considerados como única “oposición”, en la misma medida por cierto, en que el oficialismo se
apoderó de “Bolívar”, como si de una “marca registrada” exclusiva con la que
promocionarse y lucrar, se tratara…
Vemos
pues que el gran círculo político, en Venezuela debe cerrarse; lo que hemos de
decidir muy pronto es si lo haremos por las “malas”, o por las “más malas”,
porque “por las buenas”, a la luz de
lo que estamos padeciendo, ya es claro que no es posible.
Eso
sí: Aún mañana habrán miles por despertar a estar ruda realidad, y entonces
deberemos aguardar, porque este es un asunto de donde salimos todos juntos (como mayoría
social), o de donde no sale ninguno (como hasta ahora).
Aun
las mayorías no encuentran el camino para expresar y vivir "republicanamente" en
el equilibrio, en esa "media distancia" casi verdaderamente revolucionaria entre
los extremosos bandos políticos y económicos de hoy, que no supieron buscar, ni
tuvieron la humildad de preguntar a toda la nación, por donde era el camino
correcto.
El
destino final si es de amor y de hermandad, pero solo porque la confianza de
una justicia implacable nos abrirá eventualmente en el país, los espacios
necesarios para sacar lo bueno de los venezolanos, y compartirlo.
Mientras,
reconocer nuestras limitaciones y mediocridades, en medio de la más abyecta justicia
secuestrada, será el primer paso.