Sigue transcurriendo el tiempo, y no se cruza
nada en mi camino para hacerme desistir en la línea de pensamiento que mantengo
sobre las próximas elecciones: Candidatos presidenciales agotados en sus
propuestas; uno con todo los recursos del estado que ha gobernado a su personalísima
manera durante casi 14 años a su completa disposición, solo atina a inventar
misiones costosas que trabajan en paralelo al sistema burocrático corrompido a
nivel nacional, justo en el año en que son las elecciones, entregando con ello
básicamente recursos a quien esté dispuesto a estirar la mano con algún
esfuerzo, por denigrante que pudiera ser (colas para comprar alimentos, acampar
en un terreno invadido, con los hijos como escudos, hasta que te tomen en
cuenta para regalarle una casa,
amanecer en un hospital para tomar numero, etc), mientras que al resto, a quienes
no hacen esfuerzo alguno por salirse de su propia rutina de vida, le toca, sin
pedirlo, el racionamiento eléctrico (salvo Caracas que por razones políticas
esta “blindada” y “a salvo” de este problema), la delincuencia, que inspirada y
educada por los modos de operación del crimen colombiano presente impunemente
en nuestro país, han ido cambiando las conductas sociales ante lo que es de
facto, un estado de sitio por la fuerza y presencia de dicha hampa que no
perdona a nadie, para así mantener la cifra de asesinatos en más de 10.000 al
año, sin contar las violaciones y secuestros, o finalmente, la buena visión
fortalecida de nación que nos ha entregado Chávez , sustentada sin embargo, en división
social, y en raquíticas y corruptas estructuras de gobierno, incapaces de
funcionar sin “la mano del pueblo
soberano que se encargue de todo”, para finalmente acabar este también
sumido en el hedor de aquella tragicomedia de país que no termina de entender
su condición y camino, completan la imagen que luego, un candidato de oposición
(o cualquiera que pretendiera de aquí al 11 de junio erigirse como tal),
enmarca tristemente, sin poder ofrecer un discurso capaz de hilar adecuadamente
las lecciones lógicas que esta seguidilla de aciertos y errores que los últimos
20 años deberían arrojar, mediante una visión coherente de la nación que somos,
y el de su sociedad más bien “enferma”,
capaz ya de conseguir un adecuado diagnostico y su correspondiente y correcto tratamiento,
inspirando en ella a su vez, la suficiente “voluntad” para seguirlo al pie de
la letra, con humanidad, sensatez y comprensión social, sin imposiciones
externas, ni caprichos de un solo hombre iluminado, de por medio.
En fin, un cuadro no muy alentador al final de
cuentas, pero que en nada supone el final de la vida en Venezuela. Recordemos que
cada nación obtiene el fruto de lo que siembra, o pasa el hambre por lo que no
supo sembrar, pero jamás queda condenada a plagas eternas.
Al actual presidente no puedo pedirle la
rectificación del sabio, pues las lecciones más elementales y profundas, que
son justamente las más perturbadoras, no han sido asimiladas, y ni por mucho,
avistadas por él. Hugo Chávez entregó un alegado importantísimo de avances, no exentos
sin embargo, de la enfermedad nunca atendida de nuestra sociedad: la
indolencia, que nos ha hecho incapaces de fijarnos una meta y una ley mas allá
de nosotros mismos; más allá de nuestros egoísmos, convertidos ya en viveza,
como eje de nuestro orden social.
No hemos sido capaces de autoimponernos un
ideal más allá de nuestras propias sombras; no hemos tenido el coraje de poner
a Dios por encima de nosotros, y a la constitución y sus leyes entre Él y
nosotros. No hemos entendido que pisamos el suelo de nuestros hijos por nacer,
y no el de nuestros ancestros hechos polvo.
Chávez huele ya a historia; su olor es el de la
maquina que ha trabajado demasiado y esta recalentada, avisando que necesita
reemplazo. Debe cerrar su ciclo, y solo tiene dos opciones: detenerse y dejarse
sustituir, o proseguir fuera de todo parámetro, para esperar aquella falla mecánica
catastrófica que la haga entonces, totalmente inservible. Capriles, como
candidato alternativo visible hasta ahora con claridad, no demuestra ni los “caballos de fuerza”, ni
el “acople” que se requiere para trasmitir la fuerza que se genera en este
proceso de mejora, a menos que comprenda que requeriría sobrealimentarse, y
limitar su propia vida operativa a favor de su sustitución temprana por otra
máquina, seguramente mejor. A él le digo lo siguiente: No se puede ser
“gobernador” de una nación; se es presidente, en estos tiempos, si se demuestra
previamente y con contundencia, un liderazgo que contenga sentido común,
conexión con la gente, ganas de producir cosas aquí con inteligencia, y
sentimientos nobles hacia esa misma sociedad a la que se desea servir. Simple
pero difícil.
En lo personal, no veo a Chávez ni a Capriles,
como los “motores” capaces de dar el
siguiente paso en nuestra sociedad. Mucho menos a cualquiera de los que les
rodean. Allí comienza la encrucijada de este momento vivido. ¿Habrá un sustituto capaz de mover la
tendencia política, y ser capaz al mismo tiempo de no considerarse
imprescindible, por percibirse únicamente como un servidor público?
Permítanme atreverme a decir algo: Chávez
funciona con “gasolina” de “octanos” cubanos y egocéntricos; Capriles con
gasolina de “octanos” capitalistas sin personalidad clara; un verdadero
presidente debe funcionar con “octanos” republicanos y constitucionales, solo con
Dios como Norte, al mismo tiempo que se erige con una clara visión
constitucional, de la ley misma, y de lo que debe ser la sociedad venezolana; en
definitiva, tener una visión fruto de un continuo compromiso entre todos.
Aun pareciéramos estar lejos de un ideal que no
dependa de un solo hombre para conseguir el equilibrio nacional.
No se trata de un juego; se trata de una nación
como cualquier otra, viviendo una realidad pendiente de ser cambiada con cada
momento que viven y experimentan, y en la que estamos todos involucrados. La
sombra del subdesarrollo y la mediocridad, únicamente se disipará con la luz
que el esfuerzo extremo requerido, exige. Insisto.
El orden y la civilidad no son conceptos
únicamente condenados a ser observados en otros países por nosotros al ir de
visitas turísticas o de negocios; son valores sociales pendientes de ser
inculcados y practicados en nuestra propia tierra, por todos; juntos.
La convivencia involucrada en estas ideas, dependen
de un valor más grande que nosotros mismos, pero
jamás a expensas de nosotros mismos.
El juego pareciera estar llegando a un punto
muerto, pero no representa el fin del juego político social en sí. Debemos
entrar en conciencia de la necesidad del cambio verdadero, que comenzamos a
sentir quizás palpitando en nuestros corazones, para entonces poder hacer algún
esfuerzo congruente en ese sentido, y así lograrlo.
Les digo que me ha dado pena ver como otros países
prosperan con tan poco, mientras aquí no, teniendo nosotros tanto. La falla
esta frente a nuestras narices.
Tenemos que cambiar; no podemos seguir viviendo
con tanta miseria encima.
Hay que honrar los buenos pasos que se han dado
en estos años, usándolo para construir nuevos peldaños en nuestra escalera de
progreso. Los errores son para crecer, y no para revolcarnos como cerdos, en el
lodazal de lo fútil. Insisto en esto, queridos compatriotas.