Hay seres humanos, miembros de
nuestra propia sociedad, que en su desventura, terminan viviendo en, o los
alrededores, de los rellenos sanitarios en cualquier parte del mundo. Desde
aquellos vertederos subdesarrollados, hasta los de mayor despliegue
tecnológico, en todos, el denominador común,-la basura-, sirve para que más de una familia se levante, y obtenga
lo suficiente para vivir un día más.
En ese sobrevivir diario, las
novedades que llegan lo hacen a través de la basura, de los desechos; de la
misma manera en que lo hacen las enfermedades y hasta los alimentos y medicinas vencidas.
Día con día, los que habitan
allí, ven con excitación la llegada de los camiones que de lejos arriban con
nueva basura y por los cuales deben luchar contra los demás para obtener la
mejor posición al momento de que la bestia descargue toda su inmundicia;
tesoros ocultos caerán entre las escorias de la humanidad, y más de un
camionero los alentará a esperar el nuevo embarque “especial”, solo para ellos,
a cambio de alguna materia prima recolectada entre los desechos y despojos.
Nadie procura eliminar la
presencia de aquellas humanidades en medio de tanta tristeza; nadie es capaz de
acabar con la miseria, y mucho menos con las toneladas de basuras que se
abalanzan a cada hora sobre aquellas almas, impregnadas hasta los tuétanos de sus
huesos, no por la fetidez del lugar, sino por el egoísmos de las masas sociales
que se desentienden de aquella realidad tan cruda y sin consuelo, a favor de
sus propias limitaciones.
Sé que es una alegoría dura;
quizás rayando en lo chocante, pero, ¿cómo
explicar, -de otra manera que no haya intentado ya-, la particular
situación que vive el país previo a un despertar más consciente?
Desde la última entrada al blog, las cosas
no han cambiado; en nada que no hayamos predicho o intuido que podía pasar. Tanto Chávez como Capriles han mostrado lo que
ya podían; no hay sorpresas; tampoco lo habría si aparece un candidato out sider a la presidencia.
Pese a la enfermedad
insinuantemente complicada del presidente, que no pareciera arrojar luz al
final del túnel, (ni garantías sobre su futuro político, como tampoco sobre el de su proyecto), o al silencio conceptual, -cual desierto casi estéril-, en el que vive la
concepción doctrinaria de Capriles, que no muestra ni un ápice del liderazgo
estadista y republicano venezolanista que en estos tiempos se espera de un
prospecto a la presidencia, el asunto de
fondo, -el de la difusa venezolanidad de
la sociedad-, no augura una escena donde veamos dar, a la sociedad toda, un
firme y contundente paso, en la escalera del crecimiento en Venezuela.
Mientras persigamos esa falsa
idea de que el progreso hay que prepararlo con proyectos previos donde se
invierten millones de dólares y miles de horas hombre, por no hacer efectivamente
cosas concretas con esa intención, no avanzaremos en alguna dirección definida
y común a todos. No habrá un proyecto, o un ideal, por encima de todos nosotros.
Es la más simple trampa política,
y sin embargo, la que más reditúa beneficios: conjugar en futuro, a la
felicidad misma. Ambos lados la usan sin misericordia: la revolución “traería”
la suprema felicidad social, y la oposición del momento, encabezada temporalmente
por Capriles, augura la llegada de la nueva Venezuela el 7 de octubre. En
definitiva, un inútil circulo, tan inútil como el de las “revoluciones” que da
un trompo al girar, no logrando más que ir desde un punto a otro, para terminar
tirado en el suelo, hasta que otro lo tome, lo enrolle con una cuerda, y lo
vuelva a lanzar, en medio del campo de juegos que es la mentalidad de la sociedad venezolana,
reacia aún a reconocer sus miserias y limitaciones.
Démonos con una piedra en los
dientes, pues del radicalismo en el que vivimos, y de la parcialidad exhibida por
uno u otro bando, nos deberían quedar las lecciones más cercanas a las que
participar en una cruenta guerra civil, nos entregaría, pagando un altísimo
precio, con heridas difíciles de curar.
Demos gracias a Dios por no estar
en medio de una de esas guerras estúpidas, en las que somos perfectamente
capaces de meternos, pese a la descontrolada cifra de muertos, y a los niveles
de injusticia ya inmedibles en los que estamos sumergidos todos.
Pese a todo esto, y sin que
pareciera influir lo aprendido hasta ahora, el extremismo sigue afinando sus
estrategias; los bandos organizan sus tácticas y buscan tras las marquesinas
del espectáculo electoral, administrar el poder que se ambiciona, que se tenga, o que se negocia, según el caso.
Miles de millones de Bolívares fuertes se movilizan, en una danza apenas
controlada, solo lo suficiente para que llegue el monto de dinero necesario a
todos los interesados, incluyendo a aquellos que validaran con su voto, la
danza de poder.
La fiesta se disfraza de
revolución o de oposición, según el personaje, y pareciera quedar únicamente en
el camino, una valiosa, pero costosísima lección política, más que recogida con
sabiduría, pareciera “pegada” a la
mente de los que pueblan esta nación, devenidos
en una sociedad difusa en sus intereses, dispersa a la hora de establecer sus
prioridades y caminos para alcanzarlas. Lo hemos dicho ya.
No podemos seguir viviendo de la
basura; no podemos seguir conformándonos con tan poco, teniendo tanto. No
podemos seguir permitiendo que los de menos visión, lleven de la mano a los que
carecen de ella, al tiempo que los que siendo menos, lo ven todo y no han
optado por otra cosa que no sea hacerse a un lado.
No podemos seguir permitiendo que
los empresarios y políticos de otros países secundados por los políticos, burócratas
y empresarios criollos, carentes de venezolanidad, nos sigan trayendo en sus
camiones de basura, las cosas que ellos dicen que necesitamos. No podemos
seguir entregando a cambio de nuestros recursos vírgenes, -en una abierta aceptación torpe y sin visión de futuro-, nuestra
incapacidad para convertir nuestras propias riquezas materiales en bienes
refinados, para nuestro propio uso y beneficio.
Un niño va a la escuela, casi
siempre por la ilusión “de que cuando sea
grande”, va a ser bombero, médico o astronauta. Cuando la sociedad se
desdibuja a sí misma, sus niños pueden terminar yendo a la escuela, (si es que
van o la terminan), soñando en que van a ser tan fuertes o valientes como el
malandro de la esquina; allí comienza, balazo a balazo, y cuchillazo a
cuchillazo, la escritura del epitafio de aquella sociedad, que presta su sangre
para lavar el granito que se desprende de la lapida al escribirla. Aquella
misma sociedad que insiste en vivir en el relleno sanitario de sus miserias.
No podemos de entrada, soñar con
cosas irrealizables: sociedades donde todos sean felices, es imposible, pues
hemos hablado ya de que existen individuos que simplemente, optan por el
fracaso. Ellos deberán ser la ocupación
del estado, que busca hacerles llevadera la vida dentro del marco moral
de la sociedad. Ahora, de allí a rechazar la construcción de una Venezuela
fuerte, clara de su destino y de los esfuerzos que deben hacerse en tal
sentido, hay un mundo de distancia. El punto es lograr una Venezuela donde las
oportunidades sean iguales para todos, aunque cada quien opte por usarla o
desaprovecharla.
Lo que queremos por nación, no se construirá solo; tampoco renegando
cuanto pequeño paso se dé en esa dirección, simplemente porque lo construyó el
adversario político de turno en el poder. Esa mediocridad, tan propia del
subdesarrollo, nos tiene comiendo excremento.
Sé que la mayoría está atenta a
las elecciones del próximo 7 de octubre, y también se que esa misma mayoría
está equivocada en el motivo por el cual espera esa definición electoral: No habrá
ese “salto cuántico” que se sueña. La actual manera de desenvolvernos política,
social, y económicamente, nos está “atornillando”
al subdesarrollo, con nuevos y fuertes “pernos”.
Si no vemos mas allá de todo lo que tenemos hoy, no habrá manera de “desatornillar” tan mentalidad
subdesarrollada. Sea quien sea, el próximo presidente no será la panacea, como
no lo fue Chávez en su momento, ni el mismísimo Bolívar que reencarnara en sus
huesos. Obviamente, Capriles tampoco.
Tampoco hay necesidad de dejarles
la penosa tarea de conseguir la respuesta a este dilema a nuestros hijos, -o
peor-; a los hijos de estos.
Recientemente leía que el cáncer
de senos, no es una enfermedad individual por sí misma, y que más bien es
resultado de la interacción de no menos de 10 enfermedades (http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2012/04/120418_salud_cancer_mama_estudio_jrg.shtml).
Pues bien, de la misma manera, imágenes comunes en nuestra mente colectiva,
como el robo de cables en alumbrados públicos; los vehículos desvalijados
cuando llevando una carga de alimentos, se vuelcan en la carretera; choferes
haciendo dobles colas o tragándose semáforos en las intersecciones; gentes
usando a sus hijos como escudo al momento de invadir un terreno o una
construcción para robársela; largas colas de tres y cuatro horas, frente a una
bodega estatal, para comprar algunos productos de la dieta diaria; gentes
pasando mensajes por twitter, avisando que llegó leche en polvo a un
supermercado donde desde hacía semanas no llegaba; un ballenato sonando
escandalosamente a las 3 de la mañana, en medio de una ciudad fronteriza sin
ley donde la venezolanidad da sus últimos gemidos de muerte; gentes sonando
cacerolas porque se les fue el servicio eléctrico, allí donde todo el mundo se
lo roba, pese a tener la misma tarifa del 2002; hospitales donde si no te vas a
las 3 de la mañana, no obtendrás cupo para que te atiendan, y así, un largo u triste etcétera. Todo esto no es más que las interacciones de
muchas “enfermedades”, “debilidades” y “carencias” sociales, cuyos síntomas son
precisamente, esas cancerígenas conductas
distorsionadas y alienantes en lo que a subdesarrollo se refieren. Cáncer que
de apoco, nos puede matar.
No puedo nuevamente enumerar el decálogo
de acciones iniciales a emprender; repasarlos seria una pérdida de tiempo,
considerando que en el pasado ya quedaron registrados en este mismo blog, en
sendas entradas al mismo; lo que si no puedo dejar de mencionar, es que el
progreso no se da necesariamente (como tampoco se logra en un régimen de dieta
seguida por quien sufre de sobrepeso), diseñando meticulosamente este, para el momento en que decida
comenzarla. Así como no se rebaja ni un gramo de grasa planificando
detalladamente, tampoco se supera un estado de conciencia y desarrollo, sin mover un dedo.
Dirán que hemos logrado cosas; otros
afirmarán y jurarán sobre la tumbas de sus seres queridos, que nada se ha
logrado y que solo retroceso hay. Si hablamos en términos de posiciones
absolutas, lo único seguro es que permaneceremos en el basurero donde nos hemos
acostumbrado a vivir.
Insisto en que es momento de
tomar lo bueno que se haya dado en la cuarta
republica, y sumarlo a lo bueno que se ha logrado en la quinta; establezcamos un pacto, - una sexta republica-, para
crear con cada paso dado y con el sacrificio que exigirá, durante un tiempo prudencial a establecer con
fecha final, donde la estupidez de las
parcialidades no puedan pisotear más a la venezolanidad misma, los cimientos
donde nuestros nietos, -cuando solo tengan los recuerdos de nosotros-,
usarán junto con sus logros, para crear una séptima republica, quizás definitiva; quizás justa; quizás llena de
amor, quizás, en paz con el mundo, y consigo misma.
Podemos dejar atrás las
limitaciones; podemos dejar atrás los bandos. No será para este año y sus
elecciones, pero si para un futuro que nos guste o no, se viene a toda marcha,
dispuesto a llevarlos con él, o pasarnos por encima.