jueves, 24 de marzo de 2016

21 días / tres semanas para activar el referéndum revocatorio a Maduro. ¿Los políticos, cumplirán nuestras exigencias?

Estoy escéptico; no creo en los políticos ni confío en ellos: Ni les doy el encargo de botar la basura de mi casa, pues seguro la riegan a mis espaldas o la negocian con algún vecino para ocultarla y que yo crea que la botaron, para así ganarse mi favor al momento de una elección.
Si nosotros fuimos los que elegimos a los políticos que detentaron -y detentan- funciones de gobierno, nosotros somos entonces los responsables de esta debacle; no tanto porque nos engañaran ocultando sus verdaderas intenciones de aprovecharse del cargo y del poder asociado a este, sino por no haber intentado ni siquiera el procurar controlar a los que fueron electos mediante los instrumentos creados constitucionalmente para tal efecto. Les dejamos muchas “salidas de emergencias”,  “atajos” y “limbos jurídicos” disponibles y abiertos en la constituccion aprobada, y resulto ello en un abuso sistemático del poder administrado por parte de todos esos personajes, trayendo como nefasta consecuencia el secuestro del sistema democrático, metamorfoseado en un parapeto que no por estar llenos de elecciones, refleja la voluntad de la sociedad que elije.
Por esta razón es que ahora tengo profundas dudas sobre si el instrumento del referéndum revocatorio actuará y operará de acuerdo a nuestras voluntades y designios, para cuando el próximo 15 de Abril, se cumplan 3 años desde que el incapaz de Maduro fue “electo” (cosa que aún dudo), presidente “constitucional” de Venezuela y éste fuera adjudicado por el CNE.
El parapeto democrático resultante tras la deformación del espíritu constitucional del 99, (trabajo comenzado por el mismo Chávez cuando violentó el espíritu constitucional para realizar un segundo e inmediato referéndum consultivo), trajo como consecuencia que la “ventana” abierta para revocar a Maduro -y cambiar totalmente el gobierno que preside-, no dure más de seis meses, y ello implica que los políticos y funcionarios en ejercicio pueden crear cualquier marramuncia para dilatar la ejecución del referéndum más allá de ese plazo y con ello, lograr pisotear nuestra voluntad en beneficio de la de ellos, logrando dejar como sustituto, (en el mejor de los caso), al vicepresidente que les haya dado la gana de nombrar.       

21 días es lo que queda a partir de hoy; no hay más tiempo para las excusas; no hay más tiempo para los pretextos. 21 días tienen los políticos para tomar la resolución moral, por primera vez, de hacer LO QUE NOSOTROS ORDENAMOS: El referéndum revocatorio a Nicolas Maduro.                                                                                           

miércoles, 23 de marzo de 2016

La lección que Venezuela se niega a aprender.

(Caso de Maduro, los políticos venezolanos, y el grueso de la sociedad venezolana)

Sin duda que lo que más llama la atención en nuestro país, (aparte de la cuestión sobre cómo teniendo tanto dinero, terminamos en la miseria), es la muy evidente sumisión colectiva a las circunstancias: No solo se trata de un presidente flotando en la “nada” resultante de un país arrasado económica y moralmente; también es el contemplar a toda una sociedad “inmóvil” en esa “nada” sin que reaccione en alguna dirección, como si de un Karma silente que hay que soportar se tratara, y que donde todos estuvieran claros en que deben soportarlo para trascender a una vida mejor más allá de la muerte que aquí les espera. (…)
Ahora, como sabemos que la gente desconoce que es esa cosa del “Karma”, y no dominan en muchas de las cosas que ocurre o el por qué de éstas, hemos de terminar buscando la génesis de todo esto en estratos mucho más profundos y retorcidos de nuestra propia sociedad, amalgamada luego de las guerras de independencia y federales, con el petróleo que brotó entre nuestros abuelos y nosotros.
Con respecto al  Maduro de hoy y de siempre, no hay nada que decir en el contexto de la política venezolana de los últimos años; es como el cuero seco de un animal que murió hace tiempo, y que el viento aún no termina de arrancar de sus huesos expuestos al viento.
Sobre el resto de los políticos venezolanos, divididos en el presente entre llamar a un referéndum que no pueden controlar, o las ideas sobre unas enmiendas tan extemporáneas como las hechas por Chávez, pasando por los políticos que contra todo pronóstico, aún juegan a dejar a Maduro hasta el 2019 disque para que “se termine de desgastar políticamente”, como si no importara nada más en la vida del país, como si asesinatos, las muertes por enfermedades que no hay con qué atender, o la inflación y escases inducida por el contrabando  que nos desangra con más fuerza cada día, para entonces “ahí sí”, salir del a todas luces incapaz presidente actualmente en ejercicio, dándole con ello “vía libre” a los mismos personeros que estuvieron dispuestos a inmolar a su propia gente en una innecesaria espera de tres años adicionales a los ya tristemente transcurridos.

La sociedad ha entrado en una peligrosísima inamovilidad conceptual; solo aguantan por aguantar, y en el proceso toleran lo injustificable, incapaces de encontrar una alternativa a lo que viven permanentemente.
Es como el que atormentado por su concepción de la vida, no se decide entre romper con todo lo anterior o suicidarse, viendo en el ínterin, como se le pasa la existencia en medio de la futilidad, entre la miseria de solo comer, dormir y defecar.
Como individuos, en Venezuela hay luces brillantes que describen con entusiasmo el camino que debe tomarse como sociedad y como nación, pero como colectivo, la verdad es que nos hemos vuelto como los personajes “zombies” de esas películas retorcidas y  baratas del género de terror, pero con la casi penosa diferencia de que en vez de andar juntos aunque sea para comer cerebros, solo nos quedamos parados ahí, muertos e inútiles, haciendo una “cola circular y eterna”, en medio del apocalipsis de la humanidad.
Somos como maíz para cotufas, con la temperatura adecuada para explotar, pero sin ningún espacio para hacerlo dentro de la paila tapada.
El que todos los servicios colapsen en las grandes ciudades no parece ser tampoco motivo para buscar o mucho menos exigir un cambio; no importa que quizás el complejo hidroeléctrico del Guri se quede sin agua, o que los embalses de las hidrológicas se queden vacíos de agua potable por mala planificación, mantenimiento y falta de rigurosidad en el cobro de lo justo: simplemente el país se cae a pedazos, pero parece que todos se fueron de vacaciones en Semana Santa.
Oficialismo y oposición se toman sus “merecidos” días libres, mientras los demás se acostumbran a tener el excremento ya a nivel del cuello en este peregrinar diario por subsistir.
“Alegría de tísico”, dicen en mi tierra, pues los que más, se felicitan a sí mismos cuando consiguen un producto de la cesta básica a buen precio, sin que hubieran “bachaqueros” o colas, o cuando en un chat de whatsapp, hecho expresamente para el truque de productos, consiguen la alegría de cambiar un paquete de jabones, por una botella de salsa de tomate “Kétchup”.

Alguna vez escribí que me sentía como quien observa una gran e inútil pelea desde la ladera de una montaña, mientras los demás se mataban allá abajo en el valle de la estupidez y yo aguardaba por aquellos que despertaran a la sensatez; ahora comprendo que la pelea hasta derrumbó esa ladera sobre la que me sentaba sin que me percatara del peligro, y como un idiota terminé rodando cuesta abajo y metido de lleno en el valle donde la estéril pelea sigue su curso, con todos los protagonistas acostumbrados a la violencia fútil, como si esa fuera la razón de la existencia misma.
Hoy escribo sintiéndome como si estuviera gritándole a una pared, porque esa estructura no se decide a hacer algo para cambiar su rígida condición.
Escribo un poco para que sepan que aún estoy vivo, y que lo hago en “modo de supervivencia”, mientras lucho dedicando mis esfuerzos a lograr algún nivel “decente” de sustento para mi familia, en tanto contemplo como los puercos que nos han gobernado desde la salida de Pérez Jiménez, han destrozado miles de oportunidades de grandeza, llevándonos con nosotros de las manos, -mansos y como descerebrados-, hasta el crudo presente donde un incapaz, hijo de los errores de otro parido en medio de la inequidad social, se dedica casi que creyéndose verdaderamente como el “ungido de la patria”, a destruir con su incompetencia -y la de los que le rodean-, lo que incluso hasta el presente ha servido como el destartalado vehículo que nos ha traído al medio de un desierto: La soberbia.
Hay signos por doquier de lo mal que van las cosas: Una frontera cerrada desde hace meses, y la gente no hizo más que acostumbrarse; un dólar paralelo que “pulveriza” al gobierno, sin que este de pie con bola; una burocracia que no cesa de crecer y hacerse golosa con el poder con cada “motor” y ministerio u oficina creada; una sociedad dividida entre los que tienen dinero y los que son asalariados (que en Vzla significa apenas poder sobrevivir), sin que se cree tensión suficiente para accionar un mecanismo de cambio; hasta el vestir de la juventud deja ver la realidad, con sus actuales faldas cortas y entalladas, que van en contra de las teorías de Desmond Morris acerca de la longitud de las faldas dependiendo de las crisis sociales que se vivan: largas para malos tiempos, y cortas para los buenos.
Un gobierno y una sociedad que mientras se va alegremente de vacaciones a la playa o a la montaña, con sus maletas llenas de papel higiénico, jabón y pasta dental, -porque saben de la escases allá a donde vayan-, mientras reclaman estar entre los primeros puestos de los países más felices del mundo, no puede ser peor indicativo de la estrafalaria mentalidad que nos está azotando como nación.
NOTA: Me pregunto: ¿Cuántos funcionarios estarán a estas horas del inicio de la semana santa venezolana, en Aruba, Curazao, Florida, o algún otro paraje idílico para el turista millonario?; ¿Cuántos de ellos pasarían una auditoria de sus ingresos?
Los periódicos se quedan sin papel (como nuestras salas sanitarias), y apenas ello estimula un discreto voltear de cabeza a ver qué pasa; el máximo tribunal de la republica se llena de magistrados electos de forma irregular e ilegal, y eso apenas sirve para que la gente se encoja de hombros; El ejecutivo reniega de cualquier indicación legal emanada de la asamblea nacional, y todos los poderes salen a justificarlo mientras la asamblea misma reacciona con la agilidad de una Pereza de la selva amazónica. La velocidad de la expansión inflacionaria en el país deja en pañales al “Big Bang” que dio origen al universo, y la gente solo atina a salir más temprano para conseguir mejores puestos en las colas de los productos regulados, a ver si le ganan a los bachaqueros (contrabandistas). Mientras, los que menos, esperan con comentarios entre dientes a que una fuerza armada de un golpe que rectifique a la vieja usanza las cosas, ignorando el hecho de que los militares están muy cómodos y gordos, jugando con sus puestos burocráticos y los juguetes bélicos que el gobierno no se cansa de regalarles, mientras los reorganiza eternamente en nuevas y más “eficaces” estructuras estratégicas y tácticas por toda la nación, aunque sin que ello toque ni de cerca, las áreas de influencia del gobierno de Guyana, de las guerrillas importadas, las “endógenas”, y los cotos mafiosos que pululan por doquier.

Hermanos y hermanas, solo sincerándonos podremos comenzar a buscarle una verdadera solución a esta debacle “pluripolar” (como decía el hombre de las oportunidades perdidas; nuestro dicharachero Hugo Chávez); no tiene por qué ocurrir un episodio aun más terrible para que comencemos a bajarle a la prepotencia de la que hacemos gala como sociedad dividida, para resolver hacer algo al respecto. La delincuencia, la escases y la falta de medicinas, deberían ser suficientes motivos para comenzar a enmendar todo lo malo acumulado por décadas; las mafias solo se desmontarán con mucha oferta de trabajo atractivo económicamente, justicia y un brazo armado civil poderoso y recto, que también haga visible y evidente a esa justicia en acción mediante cárceles hechas con cerca de ciclón y carpas militares, sin beneficios adicionales, y donde los “privados de libertad” por haber sido delincuentes durante sus funciones públicas (de presidente para abajo), puedan ser monitoreados mediante cámaras, y así cada quien pueda verse reflejado ante esa realidad, y comenzar a comprender que la cosa va en serio”.
El “bachaqueo” solo se desmontará con precios liberados y protección a los verdaderamente desposeídos, en conjunción indisoluble con un paquete político/económico justo y equilibrado que acabe con la pérfida inflación, incentivando una vez más el ya mencionado  trabajo económicamente atractivo. La falta de ética en la función de gobierno solo se acaba con castigos ejemplarizantes y auditorias continúas de la cosa pública. La vuelta a los cuarteles del componente militar de la sociedad, solo se logra liberándolos de las responsabilidades administrativas en lo civil.
Debemos entender que con cada día que pasa sin un accionar coherente (como ocurre en estos fechas de “semana santa”, donde como decíamos, obviamente todo el mundo se va de vacaciones, incluyendo el gobierno), el hueco donde estamos se hace más profundo, y llega entre nosotros el momento en que nadie a ciencia cierta podrá decir si existe un camino razonable de retorno, sin pasar por una guerra interna, una dictadura, o una intervención extranjera venida de la hipócrita UNASUR, o de la ONU.
El estado fallido no se hace una idea descabellada cuando vemos que NADA NI NADIE ACCIONA para enmendar el entuerto nacional. Con más de 25.000 muertes por año, no es necesario declarar un estado de guerra real (no imaginaria, como la que inventa el gobierno para justificar su estupidez económica), para entender que el concepto de estado fallido se nos hace muy semejante  a lo que vivimos:
¿Acaso la incapacidad para controlar zonas del país, o de las ciudades a manos de la delincuencia y las mafias, o la inflación desatada, o los ingresos económicos que de inmediato se van en pago de deudas mal adquiridas o a manos de los delincuentes de cuello blanco, o el trafico bidireccional en la frontera, o los movimientos incontrolados tanto inmigratorios como emigratorios, o la expedición de cedulas o pasaportes sin auditoria posible, no son pruebas irrefutables que eslabonadas como cadenas, demuestran la existencia de un camino preciso y duro hacia el estado fallido, lastrado por todos sus vicios sociales, políticos y económicos?
Lo hemos dicho una y otra vez: No hay alcohólico que salga de su adicción, sin reconocer que llegó al fondo y que necesita ayuda y apoyo.
En el caso de un país como el nuestro, la ayuda vendrá del sacrificio que todos estemos dispuestos a realizar, a condición de que cada delincuente de cuello blanco, que cada mafioso, y que cada malandro, pague su acto contra la sociedad, de forma pública y notoria.
El apoyo vendrá desde todo aquel ente nacional o internacional, así como de todo recurso repatriado que en sana justicia logremos obtener.
Insisto: No habrá solución hasta tanto todos nos desnudemos, y admitamos que “izquierda y derecha”, “oficialismo y oposición”, son solo adjetivos utilizados para dividir, despreciar y discriminar al otro. Solo como NACION; solo como SOCIEDAD, solo como VENEZOLANOS podremos extenderle la mano al que lo necesite, castigar al que se haya equivocado, y construir un legado sobre el cual puedan crecer y construir a su vez, las próximas generaciones.
El daño lo hicimos nosotros, todos los vividos desde la caída de Pérez Jiménez o durante el tiempo para llegar hasta el presente, -siendo hoy mayores de 18 años-; todos debemos hacer entonces el sacrificio para que no termine esta década, sin comenzar a ver luz al final del túnel.
Hombre y mujeres, civiles y militares, funcionarios públicos y comunas; ateos y practicantes; consejos comunales y asociaciones de vecinos, venezolanos y extranjeros en esta tierra, TODOS han mostrado que no hay solución incorruptible, si no existe la verdadera y cristalina constitucionalidad de las instituciones llamadas a ejercer el control y monitoreo de una sociedad organizada como republica, administrada por funcionarios y funcionarias temerosos de una justicia rigurosa, como piso de soporte de una verdadera justicia social.

La lección que se niega a aprender se vuelve la más dolorosa, en tanto que el tiempo disponible para el cambio, se agota inmisericorde.