domingo, 22 de septiembre de 2013

La “Cleptocracia” como expresión final para el agotado modelo político de Venezuela

Sabemos que ni Maduro ni Capriles dan pie con bola en el asunto de dirigir, -o intentar dirigir-, al país; El presidente proclamado (mas no legítimamente electo, a la luz de las marañas usadas), lleva la peor parte, al radicalizar su conducta en una maniobra que resulta más en una torpe mímica de su benefactor Hugo Chávez, que en el necesario desempeño esperado de quien detenta en teoría, todo el poder caudillezco de Venezuela.
Sea Capriles ofreciendo barcos en Miami, para el regreso de gente que en realidad ni quiere volver, o Maduro pidiendo más dinero a los chinos, a fin de anunciar luego, con regocijo, a través de su ministro de finanzas, que ya no dependeremos solo del petroleo (ahora también de los asiáticos mercantilistas), y todo ello como si no tuviéramos que pagarles intereses y devolverles el capital a quienes solo quieren lucrar con el planeta completo; el caso es que ambos venezolanos, (¡perdón!; no sabemos si Maduro nació aquí, pero igual ya habíamos tenido un presidente posiblemente nacido en Colombia y nadie hizo nada…), se erigen como las expresiones de lo que no termina de ser lo adecuado para esta nación. De lado y lado, la dirigencia política da señales de agotamiento y de amoralidad desenfadada, al tiempo que los seguidores acrecientan su silencio ante la imposibilidad de criticar y salir ileso.
Por eso es que  a veces, mientras se  lee aquí o allá algún material informativo mientras le seguimos el paso a los movimientos de nuestros avispados políticos, aparece ante el que lee, algún tipo de calificativo inusual, que resulta ser sorpresivamente descriptivo de los procesos que ante nuestros ojos vemos desarrollarse innecesariamente (?) en el  país.
En ocasiones  no quisiera comprender el por qué logramos tan poco,  teniendo tantos recursos, como para no tener que toparme entonces con la crudeza de una respuesta que me tira en la cara sin misericordia, que  nuestra mayor debilidad es la de no ser capaces de trabajar en equipo, sin que exista de por medio un acto de injusticia y de corrupción que finalmente quede impune y mande todo al diablo.
Simplemente, hay demasiada gente y familias ligadas al poder político y económico en este país, organizados en una intrincada estructura vertical de intereses, "peajes" e intrigas, con tan solo unas pocas y más bien controladas ramificaciones horizontales en el piso de esta estructura social en la que los que siempre han sido las mayorías depauperadas, -hinchadas permanentemente por la imparable corriente de ciudadanos colombianos llegados aquí sin control alguno-, han conseguido en los últimos 14 años, vivir en el espejismo de un socialismo que nunca fue honesto ni revolucionario como tal, la oportunidad de sentirse atendidos, más no rescatados de aquella situación de dependencia donde el subdesarrollo en lo educativo, en lo laboral y en lo jurídico, los ha mantenido más enlodados que nunca.
Lo único cierto y aplastante al presente en Venezuela, es que la respuesta correcta a esa pregunta de por qué logramos tan poco, aún no está dispuesta a posarse en manos que no se han esforzado para merecerla, y es por eso precisamente que  “por ahora”, la única verdad, fría y dura como el hielo de un glaciar, es que los valores constitucionales se esfumaron, y con ello la maraña y la trampa se volvieron la norma en el vivir del venezolano y del extranjero llegado sin obligación de respeto a ley alguna; no hay proceso legal que no acepte una forma de corrupción (desde un simple “atiéndelo primero, que es un familiar”, hasta “¿cuánto me queda a mí de ese contrato?”); todo está embarrado con un aire que evoca aquel termino aún no reconocido por la RAE (la Cleptocracia: El establecimiento y desarrollo del poder basado en el robo del capital), mientras que en su conjunto, todo parece obedecer a una estrategia más bien plutócrata, nacida de manera espontanea de nuestra incapacidad para trabajar en colectivo, que finalmente seguirá  encaminando al país, -ahí sí-, en su conjunto, a un destino realmente  incierto a mediano plazo, y muy probablemente de fracaso político y económico en el corto plazo, como hecho precursor determinante de un cambio real y sostenible en el tiempo.
Llegará el momento en que las mayorías entenderán que el tener una comuna, un colectivo, una cooperativa, o una junta comunal, resulta tan infructuoso como una asociación de vecinos, una urbanización, o un barrio, si no somos capaces de reconocer que ninguna estructura social funciona y perdura con valores de convivencia tan depauperados como los expresados hasta el día de hoy a lo interno de nuestra frontera, y con una venezolanidad hecha pedazos, que deja a la constitución reducida a, -como decía Hugo Chávez al referirse a cualquier cosa que él quisiera reducir o minimizar-: “polvo cósmico”…
Lo que incorrectamente fue llamado en su momento como la cuarta república, tratando de ser diferenciada de lo que iniciaba políticamente en Venezuela, veremos que yace finalmente en el mismo agujero donde descansarán los despojos de la nunca nacida quinta república, porque en realidad, una es imagen de la otra frente a un espejo, al ser parte consecuentemente, del mismo proceso histórico nacional que por avatares del destino, nos ha tocado vivir en dos fases aparentemente diferenciadas; el tiempo demostrará, con la crudeza que le caracteriza cuando las sociedades no se preparan para ello, las carencias que como población estamos llamados a cubrir, antes incluso de poder sacar provecho real a las experiencias aprendidas de estas dos caras de la misma moneda que hemos dejado circular entre nosotros durante unos 30 años (1983-2013), como instrumento de compra y venta de nuestra raquítica conciencia situacional y nacional..   
La calma llega tras la tormenta”, dice el viejo refrán, pero déjenme decirles que aún no ha llegado esa tormenta…

Por esto, es que aún aguarda la nación, -sin saberlo-,  por quienes entendiendo las lecciones a sacar de ambos periodos “republicanos” en estas tres décadas vividas, deben levantar la voz y sin miedo a las descalificaciones de ambas partes, contarle al resto, las verdades que nos harán libre y justos; todas ellas no muy distintas a las que a su manera, Jesús en la Palestina de hace 20 siglos, o Bolívar hace menos de 200 años, nos legaron…
…No hay amor ni justicia social verdadera, sin el compromiso personal o colectivo para lograr algo mas allá de nuestras limitaciones actuales, allende seguramente a toda utopía, pero alcanzable en definitiva con el suficiente esfuerzo empeñado; tanto como para sin pretenderlo, hacer historia...
Este país que se deshace ante nuestros ojos y manos, aguarda por una coalición de venezolanos, que vaya más allá de las ya viejas nociones de bandos "oposicionistas" o "chavistas", así como de sus capacidades de negociaciones secretas en contra de todo lo recto y ético.
La tarea parece aun imposible, y es por eso queridos compatriotas, que el tiempo de esto no ha llegado. Aun no somos capaces de construir, sin ser avasallados por lo injusto y lo impune.