sábado, 23 de marzo de 2013

Un país sin presidente verdadero, y 5 verdades peligrosas de decir.


Quisiera afirmar que las cosas están bien, pero saben que mentiría si lo hiciera.
Que los eventos vayan por donde más nos convienen para finalmente lograr que las mayorías comprendan la realidad y la manera de mejorar, es otro asunto, y otra historia que parece por ahora, difícil de explicar. Sencillamente una parte importante de la población que vive en Venezuela, (fíjense que no digo venezolana…), no es aún capaz de entender lo que ocurre, a la luz de las últimas décadas vividas; no es desprecio ni soberbia; es la necesaria sinceridad con la que hay que trabajar estas cosas primero, si deseamos hacer un cambio real; es justamente la sinceridad que quienes han gobernado no han querido tener, por razones estratégicas y electorales a su conveniencia. Por eso un político nunca nos dirá que el sacrificio es necesario ante los errores cometidos; por eso un político no nos dirá que aceptar nuestra condición, -como lo debe hacer un alcohólico-, es necesario para poder corregir el rumbo; por eso es que un político no nos dice la verdad que por omisión le facilita a él y a su entorno, aprovechar las “bondades” económicas y de estatus, de tan altos cargos. Un luchador social, si lo diría.
Mientras todo esto ocurre y se calla, el país, -por las malas-, se convenció del fallecimiento del presidente, sin que exista un acta de defunción real y creíble de por medio, con una descripción rigurosa y verificable de las causas del deceso, y la fecha de la misma; no hay manera de creerle a quienes dicen que murió ese día, y a esa hora. Estoy convencido que con los años, (dada la cantidad de personas involucradas, los documentos secretos existentes y lo poco dado que es el latinoamericano a guardar secretos), se mostrarán las mentiras y cosas ocultas que hoy revolotean sobre nuestras cabezas defecando alegremente.

Al día de hoy, la principal alarma que suena en el país es la del gobierno interino impuesto en medio de una conveniente confusión jurídica, más que por la constitución clara y llana en sus indicaciones. Los herederos políticos de Chávez, decidieron asumir también como herencia, el poder que solo debe venir a través de un gobierno electo en un proceso comicial presidencial.
Con la arrogancia del ignorante que fue sorprendido con una herencia millonaria inesperada de un pariente lejano, los ahora autodenominados como gobierno encargado, se jactan de glorias prestadas, y del dinero que es de la nación toda, para pretender arrollar en unas elecciones totalmente llenas de dudas, más que de verdades. En el otro lado (de este escenario que hemos dicho, no debería tener lados, sino un solo ambiente central y equilibrado), Capriles se enfrenta al reto, no de ganar unas elecciones, sino  primero de conseguir dentro de sí, al líder que logre parecerse más a un luchador social, que a un político. Reto nada fácil para Barrabás Jr, y sin destino cierto.
Del candidato inmaduro oficialista, erigido sobre una constitución ultrajada, no espero más que el posible momento en que el pueblo, en “soberana asamblea popular”, y al calor de la imprudencia, como lo fue en tiempos de Jesús, lo nombren como el sucesor legitimo y ungido del Barrabás ya fallecido, víctima real del momento político que le toco vivir, más que victimario de una felonía hacia todos y todo.

En el hilar de este tejido nacional que de a poco sigue creciendo, cinco hilos corrompidos se están encajando profundamente en el telar, dañando lo que debería ser una tela fuerte y limpia, y quiero nombrarlos, aún a riesgo de muchas cosas, para por lo menos, no verlos atravesando mi conciencia con pérfidos hilos que pretenden coser hasta mis labios y mis manos.
VERDAD NUMERO UNO: Más que el cáncer desarrollado con los años, a Chávez lo que lo mata finalmente es su decisión de retener el poder nuevamente, basándose para ello en la modificación irregular de una constitución que el mismo alababa como perfecta e “innecesaria de modificar por lo menos durante 200 años”, más de 10 años atrás. Los lamentables eventos relacionados a la salud del presidente, los precipitan igualmente a su desenlace final, la decisión de cada venezolano al secundar con su voto, la reelección indefinida solicitada con insistencia, -sin importar derrotas, mandatos y dineros invertidos en referéndums-, por el mismo Chávez. Sus 14 años de gobierno no fueron ni siquiera suficientes para conseguir a algunos que continuaran la revolución por la vía del consenso y de elecciones inobjetables, fundamentadas en argumentos debatidos y puestos a prueba. Fueron necesarias las mentiras sin sonrojo de su parte y de los que le rodeaban acerca de su salud, para buscar un tercer periodo presidencial. Un sin sentido se levantó frente a todos nosotros, sin que ello de señas aún de querer ceder en sus propósitos ya históricamente inútiles.
Ahora resulta obvio que por lo menos  la mitad de las declaraciones de Maduro y de su entorno ministerial sin base legal, (como aquella diciendo que había hablado hasta 5 horas seguidas con el presidente, o que firmaba con fuerza y precisión usando su “rabo e´cochino”, cuanto documento le ponían en frente), deben ser falsas o cuando menos, inmoralmente exageradas.

VERDAD NUMERO DOS: El presidente de la asamblea nacional debió asumir la presidencia de la republica desde el 10 de enero del presente año  a falta del candidato ganador, y ello debía ocurrir hasta tanto se realizaran las elecciones presidenciales, una vez declarada la ausencia absoluta del candidato elegido y nunca juramentado (Hugo Chávez). Todo lo demás ha sido desde ese momento, irregular y sin precedentes legítimos que puedan calmar conciencias o soportar decisiones, decretos, resoluciones o pactos firmados. Maduro, los jueces involucrados y hasta el mismo Diosdado Cabello, como presidente activo y elegido de la asamblea nacional, son cómplices de una situación totalmente anormal y repudiable hoy y siempre. No hay justificación para dos meses sin fe de vida del presidente electo; no hay justificación para tantos días sin gobierno y presidente, condición que se erigió permanente desde los mismos días posteriores a las elecciones presidenciales.

VERDAD NUMERO TRES: La pretendida deificación del fallecido presidente, colocándolo sin reparo alguno a la altura del mismísimo Jesucristo, mientras que su círculo colaborador más cercano (el mismo responsable de los fracasos a la hora de implementar y seguir todas las propuestas del presidente), autodenominándose como los “apóstoles” (“Iscariotes” seguramente), de Chávez, lo exaltan como el único, -aún estando muerto-, capaz de llevar a la revolución a buen término (mientras que “convenientemente” ellos se mantienen en el poder), no hacen más que reforzar la idea de que, ido el presidente, la nitidez de los propósitos inmediatos revolucionarios, han comenzado a perderse de la mano de los altos jerarcas que nunca entendieron a la verdadera revolución planteada, y con ello, emerge el cuestionamiento acerca de la idoneidad de los erigidos como gobierno sin legitimidad clara, pese a la unción de Maduro por parte de Chávez en diciembre, (no como presidente encargado, sino como candidato a unas elecciones presidenciales, en caso de su ausencia permanente; léase correctamente). De a poco, y también de la mano del mismo Maduro y de los ministros no designados por nadie, al pretender elevar al presidente fallecido a las alturas del Chimborazo, codo a codo con Bolívar, no hacen más que  banalizar su discurso, -tal como a su vez hizo el gobierno con el del mismo Libertador, (salvando claro, las enormes distancias y abismos entre Chávez y Bolívar en lo que a las intenciones de Maduro respecta), haciéndolo útil para detentar, “en nombre de todos y todas”, y “por el bien del pueblo”, (anónimo y mansamente guiado, útil para lo que convenga a los que detenta el verdadero poder político y económico), mientras terminan de fragmentar a la sociedad venezolana, totalmente desorientada de su propia identidad nacional, en medio de un país que perdió su rumbo, sin siquiera sospecharlo.
Nicolás Maduro, en su posición de presidente encargado sin asidero constitucional, desprecia con sus superficiales, arrogantes e irreverentes declaraciones, (quizás motivado a sus creencias hinduistas no cristianas, asociadas a gurús, y en todo caso, totalmente respetables para quien esto escribe), la santidad de Jesucristo, y el profundo significado divino de éste, al colocarle a su diestra, “como un Cristo más”, a un hombre del que desconocemos siquiera, si en su lecho de muerte, se arrepintió de sus pecados: Hugo Chávez.
Igual existe un abismo entre lo que dice Maduro, y su pretensión de igualar a Chávez con Bolívar: Este último jamás pretendió revestirse en poder, ni buscó cambiar ley alguna para retenerlo indefinidamente con el fin de imponer su interpretación del mundo por el liberado. Nunca tuvo tantos recursos como el primero, y aún así, no se murió sin dejar tan pocos resultados concretos como este, pese a durar el periodo de independencia, lo mismo que los dos gobiernos nacionales del hoy fallecido Chávez.

VERDAD NUMERO CUATRO: El estado ha sido incapaz de administrar lo jurídico y lo económico con transparencia y con una estrategia clara y solida de desarrollo nacional, pese a los ingresos petroleros y fiscales ya inmedibles de estos 14 años, al tiempo que se denotó como profundamente negligente para diligenciar a un sector productivo, privado y público,  que estuvieran ajustados a las leyes laborales y la distribución justa de riquezas y ganancias, con lo cual en vez de estimular la iniciativa e inventiva privada y pública técnico-industrial y productiva, más bien la acorraló y asfixió. La beca y la ayuda económica cruda, sin propuestas y metas a corto y mediano plazo, transfiguraron las políticas de incentivos, en meras copias sin sentidos de aquella tarjeta “mi Negra”, (ofrecida por Manuel Rosales durante la campaña presidencial antepasada) como manera de hacerle llegar directamente a la población, la ganancias del petróleo, en una clara acción populista distorsionadora de la concepción de nación trabajadora, estudiosa y capaz de afrontar retos y sacrificios que debíamos ser.
Fronteras desdibujadas en medio de reclamos territoriales olvidados, invasiones y expropiaciones llevando la bandera de Venezuela como si de conquistas legitimas se tratara; deudas externas innecesarias, traslado de las dependencias de unas naciones extranjeras hacia otras, identidad nacional hecha añicos a favor de la integración latinoamericana a su imagen y semejanza, así como pobreza fronteriza convertida en contrabando desmedido como vía de enriquecimiento, entre muchas otras cosas nefastas, cuelgan del pecho de Chávez, como cuentas en su rosario rojo y sectario.
El presidente se concentró en trasladarnos de una dependencia yanqui, a una dependencia más domestica (aludiendo a Latinoamérica), pero al fin de cuentas, igualmente dependiente y corrosiva para nuestra identidad y soberanía.

VERDAD NÚMERO CINCO: Más que eliminar la miseria extrema, se subsidió la pobreza en general. Como quien cuelga sobre un caldero hirviente, el gobierno cayó en la trampa de justificarse a través de números y estadísticas macro, festejando la baja de unos puntos en la pobreza extrema, mientras que finalmente, la más miserable de todas las pobrezas, -la que nos ahoga a todos en medio de injusticias, inflaciones continuas, impuestos como el IVA, devaluaciones sistemáticas y regulares, desempleo real, servicios públicos y gasolinas estancadas en sus precios desde hace más de dos lustros y que en algún momento estallarán en nuestras narices con aumentos muy fuertes, así como niveles de inseguridad y asesinatos galopantes-, nos ahogan a todos por igual, en la única cosa que se distribuye equitativamente entre todos los que no somos millonarios, políticos o traficantes: La miseria.
En beneficio de una visión política muy particular de las cosas (rehacer a la sociedad venezolana de acuerdo a un modelo de desarrollo humano basado en un socialismo internacional, sin soberanía real frente a los supuestos aliados que nos ayudan, en un “necesario plazo de tiempo cercano a los 20 o 30 años), se ha institucionalizado la dadiva continua frente a los problemas sociales, mientras que los orígenes de tales problemas (y de esas miserias que nos afectan), son premeditadamente dejados a un lado, en aras de algunos objetivos primarios de control social por parte del aparato gubernamental.
Valores fundamentales como la ética, el honor, la venezolanidad, la patria como hogar colectivo, la justicia social inspirada en las leyes de Dios o la ayuda al más necesitado, (para que no necesite mas), son meras retoricas que nunca terminan de materializarse como ejes fundamentales sobre los cuales construir los cuatro pilares esenciales de la familia y la sociedad: Educación, Trabajo, Salud y Justicia.

Tener héroes es bueno; tener ídolos, es malo. No hay de otra. La vía es la del consenso, la de la constitucionalidad, la de la libertad de expresión y pensamiento, mientras que estos no atenten contra la venezolanidad constitucionalmente descrita. El llamado a la unidad no puede ser un exhorto; la unidad debe ser consecuencia del entendimiento de lo que nos fortalece, y de lo que nos debilita.
Ser venezolanos, viviendo en Venezuela, no es un “soplar y hacer botellas”; es un trabajo monumental, que seguramente construirá héroes y líderes comunitarios que descubrirán el verdadero poder popular de los uno, (es decir, cada ciudadano en esta tierra venezolana), siendo como “uno” al unísono, en lo que se refiera a las cruciales decisiones que crean y construyen, o dividen y destruyen.

Elijamos pues, entre dejar atrás el subdesarrollo de las conciencias, o revolcarnos como cerdos en el fango que los que detentan el poder, dejan tras de sí al pisotear y vomitar la tierra venezolana con sus excesos y ambiciones.

domingo, 17 de marzo de 2013

Humo negro sobre Venezuela

Como en su momento ocurrió en el vaticano, el humo negro parece que ha aparecido sobre nosotros, para avisar que no habrá (por ahora…), liderazgo alguno, oficialista u opositor, capaz de enrumbar las cosas por donde aspiramos todos los que por la calle de la venezolanidad y la venezolanización caminamos, esperanzados en ver un redireccionamiento en el rumbo de Venezuela, que nos aleje definitivamente de la falta de visión oposicionista, o de la arrogancia de aquellos que siendo oficialistas, juegan a la estrategia de crear enemigos para justificar sus acomodadas posiciones de poder . 

Contrariamente a lo que muchos piensan, como el humo negro que para los católicos parecía no acabar durante la espera por la elección de un nuevo papa, el luto nacional no termina con el entierro o la exhibición del cuerpo de Chávez, según decidan que sea más conveniente para los altos jerarcas en el gobierno. Nuestro verdadero “luto” nacional terminará cuando el luto de cada hogar, víctima de la criminalidad y la falta de valores nacionales, pese en el colectivo que somos, y muy particularmente, en el Estado y quienes se encuentren ejerciendo el poder. Solo entonces podremos levantarlo. No sin mirar atrás y pensar en los caídos innecesariamente en un combate no comprendido, en una guerra no declarada, contra nuestra propia ceguera como país.

El panorama venezolano luce más desolador que nunca, pues la hora de las imprecisiones y las dudas se acerca galopante. El vacío de liderazgo real (no de aquel liderazgo partidista, o caudillista, o tan siquiera elegido en primarias más parecidas a inocentadas de muchacho que otra cosa), se hará patente y duro con el pasar del tiempo; la revisión de las creencias atesoradas como infalibles hasta hace poco, de parte y parte, darán paso a dudas razonables. Ante lo que se avecina como un reto al colectivo nacional que deberá fundarse de a poco, se levantará la realidad de que por un lado, la oposición no puede pretender crear un líder, sea mediante primarias o concesos y negociaciones, -sujetas a los caprichos de los hilos ocultos de poder entre sus filas-, pues este debe insurgir como la lava de un volcán en erupción, capaz de aglutinar sobre sí los esfuerzos coordinadores naturales para alcanzar el poder, sin pretender ser él mismo el poder, y por el otro, que el presidente Chávez, pese a sus indiscutibles aciertos y humanas formas de acercarse a los problemas individuales, colectivos y nacionales, -pero siempre salpicado por garrafales errores administrativos y conceptuales-, no fue en definitiva, Jesús el Cristo, ni el redentor de los pobres (como si lo fue de facto, Jesús), mientras que sus fichas claves en el alto gobierno, -estando él en vida-, rotadas entre los diferentes puestos creados, y hasta la saciedad, no llegaron más allá de cumplir el papel de una especie de “Judas Iscariote” en colectivo, -al que le falta aún suicidarse tras su traición-. Ninguno ha sido capaz de tomar las ideas del Chávez que pudo ser, para así sacudirles el polvo cuarto y quinto republicano, y enrumbar con un aire superior y claro, un camino innovador en el país.  No hay manera en que el trabajo de los luchadores sociales  y de los que con esperanza seguían  al hoy fallecido presidente, pueda ser honrado por la sarta de personajes que hoy tomaron del suelo, -más que de su mano-, el testigo de esta carrera de profundidad, que amenaza con dejar ya sin “aire”, a más de un corredor, desprovisto de cualquier estrategia sensata de competencia. En el ínterin, los zorros más viejos y sagaces, de bando y bando, amenazan con su paso lento pero firme detrás de cámaras, con alzarse en sus pretensiones de poder, en la oportunidad en que los visionarios pero aún desprovistos de poder real organizado, no logren ascender la empinada cuesta en esta carrera de fondo.

 
Maduro representa el antónimo de su propio apellido; Capriles sigue hasta el día de hoy, incapaz de mostrar un discurso integrador frente a la realidad del país. Sus salidas en tiempo electorales hacia Colombia, EEUU y otros destinos internacionales, debilitan sus posibilidades de crear una imagen de fuerza nacionalista. Mientras los oposicionistas luchan por defender la internacionalización de la política venezolana al ritmo de Bogotá, Washington o Brasilia, el oficialismo perdió la capacidad de construir en Venezuela, al escoger la revolución latinoamericana como paso previo a la concreción de metas claves a lo interno de nuestras fronteras. El resultado ha sido una nefasta pérdida de oportunidades, al tiempo que las necesarias acciones de justicia social, se convertían en prebendas políticas partidistas, lejanas a cualquier sentido práctico de construcción nacional realmente autosustentable en el tiempo.

Aún son tiempos de agitación y cabezas calientes. Las bravuconadas reditúan mayores dividendos políticos que las palabras congruentes con los equilibrados actos que una política venezolanista y justa, recomendarían.
Tener poder para detentar una posición, sigue siendo en nuestro país, más importante que demostrar con argumentos los valido de una propuesta política.
Pareciera que nadie entiende, que ya no es el tiempo de sustituir una posición política por otra: Es tiempo de crear una nueva.


jueves, 7 de marzo de 2013

¿Por qué embalsamar un cuerpo ahora sin vida?


Es la pregunta que en el momento de las cabezas calientes y los corazones agitados, deseo hacerles a los venezolanos.  Adicionalmente tengo estas: ¿Lo que haya hecho, bueno o malo, el Sr. Presidente Hugo Chávez, queda guardado en su cuerpo ya muerto?; ¿Necesita la revolución planteada por él, usar de soporte, -de muleta-, a su cuerpo seco y sin vida?, o ¿será que sus sucesores políticos, lejos de su altura de pensamiento y visión, necesitan convenientemente la “presencia” del comandante para enfrentar con alguna ventaja las próximas elecciones presidenciales?...
¿Será que pretenden que sea el cadáver de Chávez el que gane las elecciones?
¿Será este el país donde un muerto, -biológicamente hablando-, sea “capaz” de ganar unas elecciones?
¿Haremos historia en Venezuela y el mundo?
¿O será todo solo un mal rato del erigido en el aire como presidente encargado?
Con semejante intención política de parte de los atrileros ahora devenidos en mandatarios y líderes políticos de máximo perfil, le estarán quitando a Hugo Chávez hasta la posibilidad de “revolcarse en su tumba”, ante las injusticias que seguramente en su nombre, pretenderán, y lograrán hacer, sus autodenominados herederos políticos, mientras que los verdaderos luchadores sociales, aquellos que veían en la política revolucionaria el medio de negociar con ética y valores, serán de a poco pero sistemáticamente, apartados y reducidos. La institucionalización de la adoración hacia un cuerpo seco  sin vida, terminará predominando sobre el pensamiento de Hugo Chávez en lo que parpadeen, mientras esa sea vía práctica y fácil para mantener y ampliar cuotas de poder político y económico.
El presidente no merece semejante destino material; su obra no merece eso.
Es un error en términos divinos, y en términos espirituales.
Es una prueba inocultable, de que la inercia sigue mandando en este país, alejado totalmente de su sentido como nación republicana, heredero de Bolívar, y no de quien acaba de morir. Solo la madurez que la sabiduría da a través de los años, permitirá dimensionar su verdadero aporte. Esto no puede hacerse al calor de los eventos recientes, ni usando como voceros a quienes se benefician directamente de sus puestos con acceso directo al poder.
Estoy seguro que ni Dios en las alturas, ni el mismo Sathya Sai Baba, en la terrenal India hace unos años, cuando aún vivía, -y del que se dice que Nicolás Maduro era seguidor-, aprobarían semejante aberración. No se puede adorar ni admirar un cadáver. Que asiáticos o rusos lo hagan con sus personajes históricos es su problema; no tenía por qué ser nuestro ese error.
Entiendo que de dejar su cuerpo enterrado en la sabana, como quizás hubiese deseado el presidente, sus huesos serian, al estar sin protección, robados por cualquier santero o brujo, buscando alentar supuestas fuerzas sobrenaturales; sin embargo, eso no es excusa para desplazar la acción al otro extremo, lejos del sentido venezolano de las cosas, y ungir a Chávez, cual becerro de oro, como el Dios que nos sacará del desierto.

Eso, no es tarea de un solo hombre, no importa cuántos barrabases elijamos, a falta de un mesías.
Aún hay tiempo para honrarlo, -en lo que corresponda, y más allá de los puntuales y graves errores-, …de la manera correcta.

¿Un país moviéndose por inercia?


¿Y fue suficiente un solo hombre  para empujar a una nación toda?
Eso definitivamente no sucedería en tiempos de repúblicas  en tiempos de consensos de justicia…
Pero hoy, con la  partida física del presidente  dejando tras de sí más dudas que certezas en torno a sus últimos dos meses de existencia, nos encontramos con la extraña sensación de haber casi que perdido a un pariente, al que en sus últimos días de convalecencia y vida, una autoridad torpe,           -quizás más preocupada de su supervivencia política y económica que de otra cosa- nos impidió compartir sus últimos días de existencia con la familiaridad a la que nos tenía acostumbrados; al final, se fue solo, víctima de sus propios errores, y sin la oportunidad de poder haber visto consagrada su revolución, lo que resultaría imposible a la larga de todas maneras, dado el protagonismo que su figura reservó finalmente para casi cualquier cosa que ocurriera en el país, siendo el mismo némesis de su  sueño revolucionario.

Por cosas del destino, no habrá un Chávez llamado a vivir el rechinar de dientes necesario para enmendar los errores; por lo menos, no aquí en la tierra. La titánica tarea de volvernos hacia nosotros mismos para recapacitar, recae en los que hoy se abalanzan con cariño a un peregrinar tras su líder fallecido, mientras que el resto cavila sobre sus propias carencias afectivas, y sobre la imposibilidad de tener un líder indiscutible a quien seguir.

Con la partida de un hombre que pasará a la historia de Venezuela en todos los sentidos posibles, aguardando quizás su descanso final  en el panteón nacional, (lo cual sentenciaría nuestra incapacidad para saber esperar y actuar), poco a poco nos iremos despabilando, y reparando con ello en los movimientos políticos y económicos que tras el velo del luto, se nos hacen al presente, difíciles de ver. Los que hoy detentan el poder con el desparpajo que permiten los laxos poderes nacionales, continuarán amoldando lo que sea necesario amoldar, siempre bajo el pretexto de defender al pueblo, mientras la burguesía desarrollada a la sombra de Chávez, como el hongo pestilente que necesita de la oscuridad, termina sacando los mejores “dividendos” de tanto amor por la gente

El país está secuestrado por su propia soberbia y su capacidad para ignorar todo pacto de ley creado.

Dicen por donde yo nací, que lo cortés no quita lo valiente. Por eso mis respetos y condolencias para quienes amando a Hugo Chávez, amaron la esperanza de crecer, aunque desconocieran cómo.
Pese a todo, sigue siendo el politico que más cerca ha estado de señalar hacia el camino correcto.
Mi saludo a un hombre que pudo hacer mucho, pero estuvo limitado por las circunstancias y las concepciones de su propia vida. Cumpliste tu ciclo.
Ahora esperaremos por los nuevos protagonistas; los nuevos villanos y las nuevas esperanzas, confundidos todos entre viejos y nuevos barrabases, escogidos una vez más, al calor de las pasiones de las masas soberanas.
Definitivamente, si los seguidores y detractores de Chávez mostraran la misma pasión de la que hacen gala a diario, pero no hacia un hombre, sino hacia  Dios, ¡Qué grande sería esta nación, retumbado seguramente con su nombre entre todas las demás naciones!
Cuando las masas lloran, es peligroso acercarse a ellas con la verdad en la mano. Habrá que esperar, hasta que el tiempo de hacer llegue, y se les pueda decir  que quizás, la era de los grandes líderes llegó a su fin, y que el desierto que antecede a la conciencia del colectivo ciudadano, aguarda por todos, y no por pocos, para cincelar en la gran pieza de granito nacional, a la república humana y de justicia social que anhelamos todos.