sábado, 26 de mayo de 2012

Pensando las cosas en frio.


Sigue transcurriendo el tiempo, y no se cruza nada en mi camino para hacerme desistir en la línea de pensamiento que mantengo sobre las próximas elecciones: Candidatos presidenciales agotados en sus propuestas; uno con todo los recursos del estado que ha gobernado a su personalísima manera durante casi 14 años a su completa disposición, solo atina a inventar misiones costosas que trabajan en paralelo al sistema burocrático corrompido a nivel nacional, justo en el año en que son las elecciones, entregando con ello básicamente recursos a quien esté dispuesto a estirar la mano con algún esfuerzo, por denigrante que pudiera ser (colas para comprar alimentos, acampar en un terreno invadido, con los hijos como escudos, hasta que te tomen en cuenta para regalarle una casa, amanecer en un hospital para tomar numero, etc), mientras que al resto, a quienes no hacen esfuerzo alguno por salirse de su propia rutina de vida, le toca, sin pedirlo, el racionamiento eléctrico (salvo Caracas que por razones políticas esta “blindada” y “a salvo” de este problema), la delincuencia, que inspirada y educada por los modos de operación del crimen colombiano presente impunemente en nuestro país, han ido cambiando las conductas sociales ante lo que es de facto, un estado de sitio por la fuerza y presencia de dicha hampa que no perdona a nadie, para así mantener la cifra de asesinatos en más de 10.000 al año, sin contar las violaciones y secuestros, o finalmente, la buena visión fortalecida de nación que nos ha entregado Chávez , sustentada sin embargo, en división social, y en raquíticas y corruptas estructuras de gobierno, incapaces de funcionar sin “la mano del pueblo soberano que se encargue de todo”, para finalmente acabar este también sumido en el hedor de aquella tragicomedia de país que no termina de entender su condición y camino, completan la imagen que luego, un candidato de oposición (o cualquiera que pretendiera de aquí al 11 de junio erigirse como tal), enmarca tristemente, sin poder ofrecer un discurso capaz de hilar adecuadamente las lecciones lógicas que esta seguidilla de aciertos y errores que los últimos 20 años deberían arrojar, mediante una visión coherente de la nación que somos, y el de su sociedad más bien “enferma”, capaz ya de conseguir un adecuado diagnostico  y su correspondiente y correcto tratamiento, inspirando en ella a su vez, la suficiente “voluntad” para seguirlo al pie de la letra, con humanidad, sensatez y comprensión social, sin imposiciones externas, ni caprichos de un solo hombre iluminado, de por medio.
En fin, un cuadro no muy alentador al final de cuentas, pero que en nada supone el final de la vida en Venezuela. Recordemos que cada nación obtiene el fruto de lo que siembra, o pasa el hambre por lo que no supo sembrar, pero jamás queda condenada a plagas eternas.

Al actual presidente no puedo pedirle la rectificación del sabio, pues las lecciones más elementales y profundas, que son justamente las más perturbadoras, no han sido asimiladas, y ni por mucho, avistadas por él. Hugo Chávez entregó un alegado importantísimo de avances, no exentos sin embargo, de la enfermedad nunca atendida de nuestra sociedad: la indolencia, que nos ha hecho incapaces de fijarnos una meta y una ley mas allá de nosotros mismos; más allá de nuestros egoísmos, convertidos ya en viveza, como eje de nuestro orden social.
No hemos sido capaces de autoimponernos un ideal más allá de nuestras propias sombras; no hemos tenido el coraje de poner a Dios por encima de nosotros, y a la constitución y sus leyes entre Él y nosotros. No hemos entendido que pisamos el suelo de nuestros hijos por nacer, y no el de nuestros ancestros hechos polvo.
Chávez huele ya a historia; su olor es el de la maquina que ha trabajado demasiado y esta recalentada, avisando que necesita reemplazo. Debe cerrar su ciclo, y solo tiene dos opciones: detenerse y dejarse sustituir, o proseguir fuera de todo parámetro, para esperar aquella falla mecánica catastrófica que la haga entonces, totalmente inservible. Capriles, como candidato alternativo visible hasta ahora con claridad,  no demuestra ni los “caballos de fuerza”, ni el “acople” que se requiere para trasmitir la fuerza que se genera en este proceso de mejora, a menos que comprenda que requeriría sobrealimentarse, y limitar su propia vida operativa a favor de su sustitución temprana por otra máquina, seguramente mejor. A él le digo lo siguiente: No se puede ser “gobernador” de una nación; se es presidente, en estos tiempos, si se demuestra previamente y con contundencia, un liderazgo que contenga sentido común, conexión con la gente, ganas de producir cosas aquí con inteligencia, y sentimientos nobles hacia esa misma sociedad a la que se desea servir. Simple pero difícil.
En lo personal, no veo a Chávez ni a Capriles, como los “motores” capaces de dar el siguiente paso en nuestra sociedad. Mucho menos a cualquiera de los que les rodean. Allí comienza la encrucijada de este momento vivido. ¿Habrá un sustituto capaz de mover la tendencia política, y ser capaz al mismo tiempo de no considerarse imprescindible, por percibirse únicamente como un servidor público?
Permítanme atreverme a decir algo: Chávez funciona con “gasolina” de “octanos” cubanos y egocéntricos; Capriles con gasolina de “octanos” capitalistas sin personalidad clara; un verdadero presidente debe funcionar con “octanos” republicanos y constitucionales, solo con Dios como Norte, al mismo tiempo que se erige con una clara visión constitucional,  de la ley misma,  y de lo que debe ser la sociedad venezolana; en definitiva, tener una visión fruto de un continuo compromiso entre todos.
Aun pareciéramos estar lejos de un ideal que no dependa de un solo hombre para conseguir el equilibrio nacional.
No se trata de un juego; se trata de una nación como cualquier otra, viviendo una realidad pendiente de ser cambiada con cada momento que viven y experimentan, y en la que estamos todos involucrados. La sombra del subdesarrollo y la mediocridad, únicamente se disipará con la luz que el esfuerzo extremo requerido, exige. Insisto.
El orden y la civilidad no son conceptos únicamente condenados a ser observados en otros países por nosotros al ir de visitas turísticas o de negocios; son valores sociales pendientes de ser inculcados y practicados en nuestra propia tierra, por todos; juntos.
La convivencia involucrada en estas ideas, dependen de un valor más grande que nosotros mismos, pero jamás a expensas de nosotros mismos.
El juego pareciera estar llegando a un punto muerto, pero no representa el fin del juego político social en sí. Debemos entrar en conciencia de la necesidad del cambio verdadero, que comenzamos a sentir quizás palpitando en nuestros corazones, para entonces poder hacer algún esfuerzo congruente en ese sentido, y así lograrlo.
Les digo que me ha dado pena ver como otros países prosperan con tan poco, mientras aquí no, teniendo nosotros tanto. La falla esta frente a nuestras narices.
Tenemos que cambiar; no podemos seguir viviendo con tanta miseria encima.
Hay que honrar los buenos pasos que se han dado en estos años, usándolo para construir nuevos peldaños en nuestra escalera de progreso. Los errores son para crecer, y no para revolcarnos como cerdos, en el lodazal de lo fútil. Insisto en esto, queridos compatriotas.