miércoles, 21 de septiembre de 2011

Noticias varias; reflexiones breves sobre un pais que no hace nada nuevo.


No, no estaba de vacaciones; tampoco me encontraba en animación suspendida o algo parecido a eso, (aunque a veces provoca); sencillamente, el motivo de este receso es porque creo que en Venezuela no ha habido nada digno de resaltarse, ni por ser bueno, ni por ser malo, en relación a lo que ya venía sucediendo. Así de simple. El país continua con una inercia que casi se alza como el único fenómeno merecedor de resaltarse en sí mismo.
Ni los políticos burócratas, ni el presidente de la republica, ni la asamblea nacional, ni los precandidatos a candidatos, ni la delincuencia desbordada que el gobierno se obstina en negar que exista, ni los alimentos perdidos en los almacenes y puertos venezolanos, ni la mediocridad de muchos medios de comunicación y sus respectivos “analistas políticos”, ni el CNE con su insulso calendario electoral, o la aburrida MUD, que pega una y yerra diez, han logrado, -juntos o por separado-,  hacer que algo en Venezuela se erija como factor emergente de crecimiento real o al menos, insinuado, y que pudiera destacarse como hecho importante.

Lo digo sin ánimo de despreciar a alguno de sus protagonistas, ni con la intención de criticar a quienes habitando en Venezuela, siguen sin hacer mayor cosa. Debemos entender que los tiempos para cada cosa llegarán, y los momentos para darnos cuenta de cosas importantes, así como para crujir dientes por lo dejado atrás sin remedio o sin sacrificios ya de por medio, de la misma manera finalmente se interpondrán en nuestro desordenado camino republicano.
La mediocridad y la parsimonia de lo político y conveniente para pocos, se impondrá sin mayor escándalo a las mayorías, con unos pretextos que no por silenciosos y aceptados por muchos mansamente, dejaran de ser sórdidos e innecesarios para nuestro bienestar colectivo.

No crean que las cosas cambiarán como deseamos luego de esas elecciones presidenciales. No sueñen con rectificaciones revolucionarias. Nada ocurrirá con la profundidad y contundencia, si seguimos esperando que las cosas se impongan y autojustifiquen, al ritmo sin sentido del carrusel donde muchos pretenden seguir creyendo en cuentos de hadas venezolanas, mientras giran y giran sin cesar sobre el mismo punto muerto.

En estas semanas solo tres cosas me han hecho reflexionar. La primera viene de la misma MUD (el concilio político venezolano de oposición autoproclamado Mesa de la Unidad democrática). La segunda, viene de las continuas alabanzas presidenciales hacia su equipo de médicos especialistas, que diligentemente y con eficiencia intachable, lo han rescatado exitosamente de la enfermedad que lo aqueja o aquejaba.
La tercera: El rechazo del actual ministro del interior y justicia al informe de la ONU sobre drogas y Venezuela, descalificándolo.

Permítanme entonces meditar individualmente sobre cada punto:
1.-MUD fija posición ante la decisión de Guyana de extender 350 millas su plataforma continental.
Este es un tema en el que reconozco, no he indagado mas allá de lo superficial para este caso, aunque como hemos hablado anteriormente en otras entradas del blog, no distan mucho de la actitud consistentemente nefasta e histórica que los gobiernos venezolanos han tenido hacia los temas fronterizos, siempre alejados de aquellos cómodos aposentos presidenciales del centro del país.
Este tema, -el del aumento de la zona económica exclusiva frente a las costas de Guyana, afectando parte del área en reclamación por parte de Venezuela-, (luego del ya conocido hurto ejecutado por Gran Bretaña sobre nuestro territorio), y resaltado por la MUD en esta semana, a través de un comunicado difundido por diversos medios del país, se hace más llamativo al observar, transcurrido los días, el silencio oficial de la cancillería al respecto de este asunto. ¿Es verdad o es mentira?; ¿Guyana sigue una política de ratificación de su soberanía sobre el territorio reclamado, y nosotros como país mostramos nuevamente porque somos los pendejos de Latinoamérica, o la cancillería le sigue el juego a la MUD por alguna razón?

Si la cosa en Guyana es cierta, el silencio de algunos personeros gubernamentales aquí es como una traición a la patria. El problema es que si se hace un escándalo público de esto, y alguien investiga, el responsable terminará siendo nombrado en “castigo”, como cónsul o embajador en algún país, y el tema perderá vigencia ante la insurgencia de otro escándalo, en una colectividad que solo tiene espacio en su memoria para un escándalo a la vez, siendo imposible recodar el anterior.

No puedo afirmar con pruebas semejante cosa, pero deberemos observar con cautela la reacción el gobierno de turno al respecto. El presidente sabe que no debe pasar bajo la mesa este tema, solo por ganar simpatía y apoyo político de Guyana en el escenario latinoamericano que se pretende imponer, mediante el acto de olvido y perdón primeramente, de Venezuela.
Insisto: Los pendejos abren el camino, o como dicen en Europa: “Los inteligentes trabajan, y los picaros viven de ellos”


2.- ¿Dónde está mi “Estado mayor Medico”?
Esta es la pregunta que me hago cuando escucho al presidente manifestar tantas alabanzas por el que él tiene. No me vaya a decir que es “el equipo del pueblo, el de todos y por eso el de él también”. Eso sería incorrecto.
Ver por televisión, escuchar por la radio y leer en la prensa las maravillas de su estado mayor medico, nuevamente me hace sentir envidia, y pecar en el proceso. Yo quisiera tener tantos médicos a mi alrededor, sin tener que mendigarlo en un hospital público donde de seguro me habrán pedido por lo menos, la compra de algunos utensilios o medicinitas que no cuestan menos de varios millones de bolívares de los de antes, de esos que con certeza no tengo. No me vengan a decir que eso es parte del seguro medico presidencial, como el de cualquiera, porque yo tengo seguro y mucho cuidado si no me cuido de excederme en el monto de su cobertura, porque tendría “seguro” es una botada a la calle y al más cercano hospital público, a ver qué puedo hacer con lo que esté disponible en el momento.
No…, ese seguro presidencial es envidiable, absolutamente deseable. Me daría toda la atención médica necesaria, sin limitaciones de costos, traslados VIP, tiempos y medicamentos. Tendría a mí alrededor de manera continua, un sequito de zalameros, y otro de gentes sinceramente interesada en mi recuperación; vería lágrimas de familiares, amigos, zalameros y admiradores; tendría de chaperón a un ex presidente extranjero, y a varios mandatarios enviándome bonitos mensajes, así como otros más visitándome periódicamente. La gente me escucharía durante horas hablar de cómo enfrenté la enfermedad, y de cómo la superé luchando valientemente contra la burocracia hospitalaria, las madrugadas de colas y los bingos y recolectas que tuve que hacer para reunir dinero y…; perdón!, estoy hablando de lo que un ciudadano de a pie tiene que hacer, no un presidente!; ¿Donde cambié de sujeto?; disculpe señor presidente, porque me confundí.

Oírlo hablar de estas cosas suyas, mientras el colectivo queda embobado escuchándolo, me hizo ver lo paternalista que esta sociedad es, y lo fácil que es perderse tambien en los laberintos del subdesarrollo que nos ahoga. Si yo me pongo a hablar de mis penurias medicas, nadie me escucha, aunque muchos si se fastidiarían, pero si usted habla de las suyas, cuando está como lo está, rodeado de todos los recursos y médicos necesarios del planeta, todos se conmueven y aplauden.
No se trata de no desearle bienestar. Rechazo a aquellos retrógrados que desean su enfermedad y muerte, porque solo son los sobrevivientes de la intolerancia y la ceguera colectiva, pero entiéndame Sr. presidente, que no puedo celebrarle sus gracias televisivas, cuando en estos 12 años, muchos han muerto como perros sin dueño, a las orillas de un hospital, por no tener ni para desayunar. Esas gracias suyas entonces no puedo celebrarlas.
Aún guardando Ud. silencio y humildad sobre su propia enfermedad, no podría yo olvidar a los que han muerto por la misma enfermedad, por no tener la atención profesional de un “estado mayor médico” particular, como el suyo.
Sé que usted me entiende,  y que seguramente en su corazón se retuerce en privado el remordimiento por las oportunidades perdidas, aunque aún así usted tiene la libertad, -más no la moral-, para intentar descalificar estas reflexiones. Allí dejo eso.

3.-Rechazo a informe de la ONU: Ayer te alago, hoy te descalifico.
En realidad no es lo relevante que la ONU en esta oportunidad nos haga retroceder unos pasos en lo que a lucha antidroga se refiere, en comparación con el mismo informe del pasado año, si no estoy equivocado. El problema que veo es como el ministro del interior y justicia de Venezuela se ensalzaba en una interminable loa a dicho informe que nos favorecía en su momento, pero ahora lo desprecia y casi que escupe, descalificándolo de una manera tal, que uno no puede menos que preguntarse: ¿Pero entonces, por qué antes si valía y ahora no?. Lo menos que me pasa por la cabeza es decirle…¡Sea serio!
Pienso que es irresponsable asumir esa clase de contradicciones en el tiempo. Es como eso de ir a la corte interamericana de derechos humanos (funcione o no), llevando toda una parafernalia de leguleyos, para que luego, cuando dicten sentencia en contra nuestra, salir vociferando sobre la sentencia, mientras se descalifica a todo el tribunal.
¿Para qué fui si no creía desde un principio en él?

Sigamos así, que vamos bien. Cuando pase algo  interesante en el país, les avisare…

domingo, 4 de septiembre de 2011

¿Qué es la política?; ¿Qué nos está haciendo?

Parecen unas preguntas cándidas, engañosamente simples, trilladas desde hace mucho, y que en todo caso, versan sobre un tema que hemos tratado ya en los principios mismos de este blog. Estoy consciente de que hay muchas definiciones ofrecidas desde los tiempos mismos de Aristóteles; reconozco que incluso, existen seguramente miles de tratados, libros y tesis sobre el tema político, y que no por ello, dejan de observarse sin embargo, espacios libres para que hablemos particularmente de aquella visión cotidiana, simple pero intensamente palpable, que se puede describir como ciudadano normal, expuestos día con día a sus efectos, en cualquier magnitud imaginable.

Quizás sea más preciso de cara a escudriñar tan complejo concepto humano, preguntar cuándo una lucha reivindicativa, -sea social o laboral, digamos-, da paso a la negociación donde se cede algo, a cambio de otra cosa, sin que el beneficio neto y deseado, llegue exclusivamente a la parte ahora tratada injustamente.

Precisamente en ese instante, creo que la política como la estamos viviendo, nace como tal.

La estrategia política, entonces, bajo esa concepción, no sería más que el mantenimiento del momento, - ahora político-, en el tiempo, tras la búsqueda de un objetivo, y con ello entonces, la cultura política (que es a su vez la suma de los momentos políticos sucedidos, devenidos en costumbres de acción y pensamiento), se vuelve valor de vida en quienes crecen expuestos a ella, como único catalizador utilizado para conseguir la satisfacción de las necesidades sociales, pero que sabemos, muchas veces terminan ofreciendo beneficios a medias, y que pueden ante cualquier descuido, favorecer a pocos, dando la espalda a muchos.

Deseo hacerles unas preguntas, antes de continuar. Este es un tema que exige de entrada, cuestionar nuestras costumbres y valores al respecto, dado que no sería posible avanzar hacia otro nivel sin lograr conscientemente deslastrarnos del nivel en el que nos encontramos ahora.

1.- ¿Por qué el político es visto con desconfianza?

2.- ¿Por qué el político es un ser al que buscamos para suplir una necesidad ante la imposibilidad del accionar individual o colectivo frente a la estructura gubernamental republicana, aún sabiendo que debemos cuidarnos de él y de lo que aspira para sí, más allá de nuestra exclusiva necesidad?

3.- ¿Por qué al luchador social, que hace lo mismo pero sin tener un cargo ni una paga exclusiva, pues lo hace desinteresadamente, no logra los mismos resultados que un político?

4.- ¿Un político es un luchador social que consigue una remuneración económica estable por vías a veces cuestionables?

5.- ¿Por qué de la percepción cotidiana que ve a un luchador social, como alguien más honesto que un político?

6.- ¿Por qué el mundo sindical, con sus luchadores sociales, se presta a tantas versiones que describen a muchos de sus protagonistas, como políticos que de continuo negocian lo innegociable en lo laboral?

7.- ¿Se suma a la ecuación “luchador social/político”, la figura del sindicalista tradicional?

Estas son preguntas cuyas respuestas, resultan difíciles de encajar en la buena lógica, en ese buen sentido común que nos aparta prudentemente de la locura, a quienes vivimos de plano, en los estratos tradicionalmente sin un poder articulado y efectivo en el país, pese a los ánimos revolucionarios existentes, que en muchísimos casos, solo se ha limitado a crear una burocracia “gubernamental-popular” paralela, igualmente ineficiente.

Pareciera que no es fácil darle una instrucción, una orden a un político, sin que este active a conveniencia igualmente de sí mismo, como decíamos, los mecanismos necesarios para la consecución del bienestar colectivo buscado, y ello si es estrictamente necesario para lograr su respectiva prebenda, lo que a su vez da origen a múltiples intentos necesarios, de parte del mismo colectivo social, para conseguir un logro puntual, no sin que ello haya dejado de significar, dilapidación y malversación de fondos en el proceso.

Quizás esto sea la génesis del fracaso que varias alas del gobierno han mostrado, ahora y en el pasado, pese a la potencialmente exitosa revolución que en el país se ha aspirado implantar. Recientemente el presidente de la republica, muy a propósito de esto, decía: “critiquen al gobierno, pero apoyen la revolución”; lo considero uno de esos comentarios que resumen toda la intención y la fe que ante un proyecto o una propuesta, se puede tener, independientemente del balance de fracasos y aciertos, que se pueda tener. Yo me hago solidario con esa afirmación, pues en verdad que una revolución, -esa verdadera revolución de la que hemos hablado en pasadas reflexiones-, aun aguarda por nosotros a la vuelta de la esquina republicana, lista para llevarnos a donde deseamos llegar, pero exigiendo la correspondiente cuota de sacrificio, necesaria como ofrenda ante tanta ineficiencia nacional amontonada con el transcurrir de las décadas.

Si todos fuéramos iguales en la concepción de lo que queremos como nación, y de la manera en ejercitar justamente su espíritu republicano, no harían falta los políticos como los concebidos hoy en día, pues bastaría con acuerdos intergubernamentales y sociales que se limitarían a planificar estratégicamente las pautas congruentes de un camino permanente de desarrollo. Nada más. En cambio, por ser nuestra sociedad una vorágine de disparidades en las concepciones republicanas, pareciera que la figura de moda del luchador social habría de llenar el lugar que como punto de apoyo, la misma sociedad requeriría ante la ausencia del político integro, aunque finalmente ni este luchador, posee la capacidad de disolver por ahora, las complejas estructuras levantadas durante décadas de control político sectario y partidista.

La consecuencia de esto, ha sido una dilatación casi insoportable, de los tiempos necesarios para obtener logros específicos, y la consecuente y denigrante sangría de recursos y vidas, todo ello injustificable desde cualquier ángulo que se le intente ver.

No hablamos en esta reflexión, obviamente, de execrar al político aún sobreviviente, de revalorar al luchador social, y de proteger al sindicalista, a priori. Se trata más bien de dimensionar, como un primer paso hacia la cordura colectiva, las distintas relaciones existentes entre los individuos, y entre estos y sus representantes y activistas, a la vista del sistema de gobierno republicano prevaleciente que hemos aspirado ejercitar. Luego vendrá esa revalorización que sobre todo, de cara al luchador social, y al buen sindicalista (no al malo…), que arriesga hasta su vida por un ideal, que siempre arropa a sus compañeros de trabajo, buscando la superación de los mismos, deberemos hacer para su justo reconocimiento y respeto. No podemos seguir aceptando que el trabajo de hormiguitas de estos últimos, sea vilipendiado por la actitud arrasadora de los bachacos que son los primeros (los políticos).

A esos políticos, (y a su subdivisión mas pérfida, -los políticos tradicionales del mundo diplomático-), deberemos canalizarlos de una manera no vista hasta ahora, para lograr con ello, y por etapas, la adecuación del modelo de participación individual y colectivo en pleno, con la menor cantidad de intermediarios posible. Sinceramente creo que esto llevará mucho tiempo. Aunque nuestros países latinoamericanos gozan de un calor humano que los hace muy sociales y solidarios, somos paradójicamente, reacios a cualquier esfuerzo colectivo, si este no tiene un beneficio neto en lo personal, sin sacrificios de por medio.

Extremos contradictorios como estos hacen a veces que los radicalismos se liberen de sus prisiones y de los controles sociales que buscan allanar el camino hacia niveles más justos, dando pie a las debilidades morales que toleran entonces las bajezas cotidianas del submundo político.

La humanidad deberá en algún momento dar un paso más allá de la política que desde el siglo XVIII ha prevalecido hasta nuestros días; tendremos que buscar un proceso de acuerdos y negociaciones que no tengan intereses distintos a los del colectivo, y al del uno como expresión individual básica del poder popular.

Obtener un mundo sensato al largo plazo, así como una nación republicana y sensata en este suelo venezolano en el mediano plazo, no son quimeras, y mucho menos utopías inalcanzables. Son alternativas reales que no están más allá de una decisión personal que se haga colectiva.

El paso que nos lleva desde el político, hacia el luchador social o hacia el sindicalista desinteresado que jamás está por encima de las bases a la que representa allá donde la misma asamblea de trabajadores lo delegue, no está en realidad tan lejos en distancia, como si lo está en el tiempo que nos llevará darnos cuenta de lo necesario de ello, y de lo lógico que resulta marchar a través de ese camino de concordia y buena voluntad en beneficio de todos. Acabar con la política tradicional será acabar con las guerras, el hambre y el despilfarro de recursos; acabar con el control real sobre el poder, de parte de pocos políticos, sobre la sensatez de millones de luchadores sociales no escuchados, convertidos en ciudadanas y ciudadanos de a pie como lo somos todos, erradicará la injusticia de una manera tal, que nosotros, -los que debemos morir primero llevándonos nuestras torpes concepciones mundiales, para dejar libre el camino a quienes si serán capaces de materializar estas verdades sin nosotros mismos como estorbo-, no podríamos menos que pensar que desvariamos en una agónica etapa terminal, viendo ante nosotros las puertas de un paraíso que se nos ha negado.

Sigo invitándolos a considerar el sacrificio como valor necesario de aplicar, una vez que veamos ante nosotros la verdadera razón que lo justifica: Una revisión descarnada de nuestra realidad, con la aceptación irrestricta de la supremacía de Dios y de la ley como únicos valores por encima de todos, y con ello la convicción de que solo sobre las cenizas de nuestros cuerpos y de nuestros pensamientos, los hijos y nietos lograrán cultivar en terrenos que ahora sí, serán fértiles a la esperanza que se siembra, y al fruto que se cosecha: Un fruto llamado bienestar.

Dicen que la política es la cosa más sucia del mundo, pero digamos que no porque hayan malas políticas, sino porque hay políticos malos; es decir, ciudadanos dispuestos a transgredir la ley en sus propios beneficios.

No hay opción a la única realidad que vivimos en Venezuela como nación: Estamos “ebrios y alcoholizados”, incapaces de buscar ayuda, porque no lo admitimos. Puede más la soberbia y el orgullo cuajado en la ignorancia de masas de venezolanos, gestando a su vez a otras masas, -aún más pobres y desesperanzadas-, de venezolanos.

Un sin sentido obsceno; reliquias de una mentalidad colonial…

Apliquemos la constitución y las leyes a cabalidad; dispongámonos a aceptar nuestras limitaciones humanas actuales; reconozcamos nuestros vicios; mostremos decisión a sacrificar nuestras comodidades por los hijos y los hijos de nuestros hijos, y veremos el amanecer de una verdadera revolución.